CAPICUA: Al arte sereno

Poesía y Fotos: Laura Zohn.

Las luces invaden sin prisa la penumbra.
El murmullo del rezo engarza las desesperanzas.
Cúpulas de amparo, mantos de silencio,
recintos conciliatorios.

Cantos que celebran la grandeza de la fe.
Muros sólidos que fortalecen el ánimo.
Obras de porte digno, de evidente sensibilidad,
compartidas en un mismo refugio temporal.

Creaciones que trascienden, indelebles como los recuerdos.
Son el tiempo, en el arte, congelado.
Leyendas pétreas de las creencias humanas.
Claustros, conventos, capillas, cruces... cavilación.

Frente a la plaza principal o en calles discretas,
florecen estos símbolos de pertenencia urbana, humana... divina.
Son la casa de todos, la casa común de puertas amables,
donde los males se perdonan y todos,
por instantes elocuentes, se dan la mano.

El uso religioso es el protector confiable de esta arquitectura.
El pasado espiritual no agoniza
gracias a las obras que los sueños inspiran,
sueños que la humanidad emprende y erige.

Su esencia cobija el alma de los muertos,
y alienta el respiro de los mortales.
Los ángeles descienden a participar la maravilla
del enlace entre la tierra y el cielo.

Llegarán los días en que tantas otras obras,
presas del olvido, capturen esta misma reverencia,
para estar en paz y purificar las emociones,
contagiando de virtudes todos los espacios
y cada uno de sus rincones.

Obras de energía etérea,
empotradas en el misticismo.
Diálogos internos en la intimidad espacial.
Creyendo construimos las casas de los dioses:
Habitemos con igual devoción la ciudad entera.