Alejandro Colunga celebra 40 años de trayectoria

GUADALAJARA, JALISCO.- "Sigo siendo el Rolling Stone de la pintura", dice Alejandro Colunga al echar un vistazo hacia atrás y encontrarse 40 años después como el mismo mago, loco, rockero y transgresor de las formas que encontró el curador Guillermo Sepúlveda en el pasado.

Envuelto en una oscuridad de grises y violetas en el Museo de las Artes (Musa) de la Universidad de Guadalajara, Colunga se reencuentra consigo mismo, con las líneas que trazó en los primeros años de su carrera y con las nuevas figuras que siempre han estado dentro de su imaginación.

Son Maravillas y Pesadillas, como se ha decidido nombrar la selección enorme de piezas -aunque no están todas las que son- que puebla las salas del Musa y se extiende más allá, atravesando calles, avenidas y andadores hasta llegar el Instituto Cultural Cabañas (ICC).

"Ya hacía falta que Alejandro Colunga mostrara su obra en Guadalajara", se escucha decir por aquí y por allá, en las voces de las directoras de los espacios -Suny Ramírez (Museo de las Artes) y María Inés Torres (Instituto Cultural Cabañas-; en la de Guillermo Sepúlveda, curador de esta muestra panorámica; en la de aquellos que han tenido el honor de ser los primeros en encontrarse con la magia desbordada del artista, los destellos de color atrapados en un circo negro que incita a soñar despierto, los zapatos inmóviles que parecen deseosos de andar por el museo en libertad, los ratones que observan silentes el panorama y los ángeles y demonios que guardan en su piel un poco -o mucho- de su creador.

Incluso el propio Alejandro Colunga se congratula de este encuentro singular. "Por un lado, es como reencontrarme con el hijo pródigo que tuve y de repente se me fue muchos años y en el fondo de mi corazón extrañaba y deseaba ver otra vez. Entonces, Suny, María Inés y Guillermo me dan la oportunidad de tener un reencuentro familiar. Es como Navidad, cuando toda la familia viene a la fiesta y nos damos el abrazo; es un sentimiento muy hermoso tener un encuentro con mis hijos y me recuerda cuando sabía pintar. Veo además la evolución que hay de hace 40 años a la fecha y es un reflejo de que también he cambiado mucho como ser humano. En la esencia no he cambiado, pero sí se siente una madurez de crecimiento, un reto mayor hacia adelante. Ha sido muy positivo, muy hermoso este reencuentro".

Maravillas y Pesadillas, 1968-2008 se integra por 200 piezas de distintos formatos y épocas. Guillermo Sepúlveda se ha dado a la tarea de establecer un rico recorrido a través de las muestras, pasando por sus obras primarias y dando un espacio adecuado a las más nuevas, como la inmensa zapatería que se encuentra en el Musa o la capilla fúnebre situada en una sala privilegiada del lugar.

"De su exuberante producción (pintura, escultura, dibujo e instalación) fueron seleccionadas para esta muestra obras que nos permitirán descubrir la lucha de Colunga, sin tregua y siempre en los límites, por preservar con sus creaciones míticas y simbólicas el espíritu del arte y su misterio; ritual de ambigüedades, de color y fantasía, de niñez y adultez, de atrevimiento y temor, de permiso y sanación, de sujeción y libertad, de vida y muerte", advierte Sepúlveda.

La exposición, producto de un "sacrificio físico, mental y espiritual muy tremendo", como señala el artista, podrá verse a partir de este jueves en el Museo de las Artes de la UdeG y en el Instituto Cultural Cabañas, a partir de las 20:30 horas y 21:30 horas, respectivamente, en una enorme fiesta circense (ambientada por Daniel Liebsohn), en donde el mago, "transformador de elementos" -expresa Sepúlveda-, mostrará cómo la inconsciencia se convierte en arte.