Entretenimiento | No podemos seguir con la idea del monumento intocable, ni de la duplicación de soluciones formales. ARQUITECTURA: De nieves raspadas y mimesis Actualmente el Centro Histórico de nuestra ciudad está viviendo un momento de re-definición, re-estructuración Por: EL INFORMADOR 5 de junio de 2008 - 18:56 hs La identidad del Centro Histórico de Guadalajara es como el menú de la Nevería del Parque Morelos. Está compuesto por una cantidad inimaginable de sabores de nieve raspada, sabores típicos de nuestras tierras como el tequila y sabores importados de países lejanos como el kiwi. Si quisiéramos encontrar un punto en común de todos aquellos sabores dulces o ácidos, de colores brillantes o mates, cotidianos o completamente extraños, lo primero que destacaría es que todos tienen la capacidad de convertirse en sabor de helado, y en segundo término, que todos ellos se venden en el mismo formato: hielo raspado y vaso de plástico. De igual forma la arquitectura se relaciona con la ciudad, en los alrededores de nuestro Centro Histórico podemos encontrar edificios que en sus características pueden incluir una gran variedad de lenguajes de diversas épocas, diferentes usos y ahora desusos, colores y decolorados, texturas y alisados, autoría y anonimato, protegidos y desprotegidos todos tan diversos, que cualquier camaleón que intentara mimetizarse con la ciudad, acabaría con la piel atrofiada ante tanta diversidad. Pero poniéndonos por un momento la piel camaleón y tratando de capturar la esencia del genuino significado de mimesis, tal vez podríamos encontrar un punto en común, es decir, la sensibilidad con la que está construida nuestra ciudad. Valeriano Bozal explica que la palabra mimesis tiene su origen en un viejo ritual funerario de re-presentación. Dicho concepto es entendido como volver a hacer presente, por medio de una figura llamada kolossó. El coloso es un doble que pretende mantener una relación entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Con forma de monolito mostrando su anclaje, el coloso hace determinante su permanencia, pero al mismo tiempo se mantiene quieto mientras el mundo cambia. El coloso, explica Bozal, no es un retrato ni una imagen, no es una imitación de un objeto real; el doble es una realidad exterior al sujeto, es la encarnación de dos mundos que se ponen en contacto, es una disconformidad, “mimesthai, no es tanto imitar como representar, encarnar a un ser alejado de uno... Tal vez la mimesis no identifica las facciones y los volúmenes, pero sí une el mundo de los hombres y los dioses, la mimesis identifica la identidad y la diferencia”. El coloso funciona como evidencia del paso por el mundo de un tiempo, se mezcla con el entorno, lo articula y lo ordena. Por esto el coloso se convierte en monumento. Actualmente el Centro Histórico de nuestra ciudad está viviendo un momento de re-definición, re-estructuración. Y una parte muy importante de esta re-significación de nuestro querido pasado se debe plantear, no desde la perspectiva más básica que trata sobre si un edificio se integra con otro, labor imposible por la misma diversidad que plantea, sino desde la integración del Centro Histórico a la ciudad actual, encarnada por una zona metropolitana sumamente extensa. El centro tradicional se enfrenta a una escala completamente distinta, pero necesaria, y desde esta perspectiva, la mimesis es realmente útil. La mimesis lo primero que plantea es la re-presentación, es decir, volver a hacer presente. ¿Qué significa volver a hacer presente? Significa volver a formar parte de la vida cotidiana, volver a introducirse en la memoria colectiva, significa establecer esa relación entre el mundo de los vivos con el mundo de los muertos, es decir con nuestro pasado. Por otro lado, Bozal también explica que el coloso no puede ser igual, es decir, no es una copia, es una re-interpretación que hace evidentes las diferencias entre el pasado y el presente, es una disconformidad porque hace evidentes las diferencias y esa es precisamente la identidad de nuestra ciudad. Por tanto, el coloso de nuestro monumento no es un edificio en solitario, es la trama que lo contiene, es la diversidad misma, son esos colores y texturas, el silencio y el ruido, es el contraste, el negativo de lo que estamos acostumbrados a ver, es el conjunto. Así pues, ante las grandes dudas sobre la forma de integrar las nuevas intervenciones a nuestro querido Centro, la premisa principal no debería de ser la integración puntal de las formas, ya que como lo plantea la mimesis, el coloso o el monumento no es una copia, es un vínculo. Y por la naturaleza variopinta del mismo, la integración se logra desde la diferencia. La verdadera cuestión es por tanto, si realmente queremos integrar el Centro Histórico al nuevo presente de la ciudad. No podemos seguir con la idea del monumento intocable, ni de la duplicación de soluciones formales, tampoco podemos creer que un proyecto en solitario va a solucionar todos los problemas que tiene nuestra ciudad, porque nuestra ciudad es como el menú de las nieves del Parque Morelos, los edificios podrán ser muy distintos entre sí, pero todos pertenecen ya al mismo entramado que es la ciudad. Por esto, nuestro verdadero monumento, nuestro coloso, es todo el Centro en conjunto y en la medida en que la escala de intervención vaya haciendo un zoom-out es que se volverá a re-presentar el Centro en el resto de la ciudad. Así pues, desde esta perspectiva, para el Camaleón ya no sería necesario igualar un millón de pieles, lo único que necesitaría es partir de la disconformidad. Es decir, hacer presentes dos mundos: el pasado y el presente, a partir de la representación de las identidades y las diferencias. texto: sandra valdés Temas Tapatío Lee También El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Año de “ballenas flacas” El maestro de la brevedad: a 107 años del nacimiento de Juan José Arreola La vida del jazz tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones