Hace un siglo comenzó la historia del periódico tapatío EL INFORMADOR. Actualmente, sus oficinas se encuentran en el corazón de Guadalajara, sobre la calle Independencia, cerca de la Catedral, de la Rotonda de los Hombres Ilustres, del Congreso, del Teatro Degollado, entre otros espacios que son símbolos de la arquitectura tapatía. El edificio se ha convertido en una referencia conocida del Centro Histórico de la Perla Tapatía, gracias a la trayectoria del propio periódico como a la arquitectura en sí del edificio. Su gran tamaño, de toda una manzana rodeada por las calles Juan Manuel, Independencia, Belén y Pino Suárez se impone con un diseño que resalta entre la arquitectura típica de la zona; ya que, la fachada de su entrada principal está cubierta con mármol, sin embargo, posee diferentes caras, las cuales muestran las distintas épocas en que se fueron adquiriendo, pues las oficinas editoriales no comenzaron con la magnanimidad actual.Su historia comienza más de medio siglo atrás, cuando los ingenieros J. J. Barragán y J. Garibi V. proyectaron y construyeron, en 1945. La obra quedó finalizada acorde a los patrones de la zona, con ventanas que años después fueron selladas, y hoy, no queda rastro alguno de ellas. El periódico comenzó a funcionar en 1917, por lo que el lector suspicaz se preguntará, si el edificio fue construido en 1945, ¿dónde se trabajaba anteriormente? La respuesta se encuentra en las profundidades de la fototeca del propio periódico, donde se guardan imágenes trascendentales que narran la historia centenaria de nuestra ciudad.Los inicios del sueño Hace un siglo, Guadalajara estaba en medio de un gran cambio social y cultural, durante la presidencia de Venustiano Carranza, el occidente del país cobraba gran fuerza. Mientras que internacionalmente, el periodismo se enfocaba en la primer guerra mundial. Ante este panorama, Don Jesús Álvarez del Castillo, decidió formar un periódico apegado a la verdad, con un compromiso total, pero sobre todo, independiente ante agendas políticas y sociales. En unas oficinas de reducido tamaño en comparación con las actuales, ubicadas entre Corona y Revolución, inician las publicaciones de unas cuantas páginas. Y, así como su sede fue creciendo paulatinamente; también aumentó el contenido periodístico y la aceptación de los lectores jaliscienses. Ahora, las fotografías de lo que fue la primera sede de EL INFORMADOR se guardan con cariño, y no dejan olvidar, los ideales primigenios que formaron a uno de los periódicos más longevos de la República Mexicana. La siguiente etapa La sede cambió, pero el testigo fiel de los tapatíos no; hasta 1966, cuando el hijo del fundador, Jorge Álvarez del Castillo, tomó las riendas del periódico. Su llegado, significó una nueva etapa de evolución, pues implantó una visión innovadora reflejada en la planta industrial, ubicada en el primer piso del edificio actual. Además, introdujo la computación a la labor periodística. Fue durante esta época, que se estrecharon los lazos con las agencias de noticias nacionales e internacionales con el objetivo de ofrecer a sus lectores una mayor calidad de información. Esta casa editorial, entonces, se convirtió en líder del periodismo en la región. Sin embargo, este posicionamiento no exenta al periódico de los peligros de aquellos años. Bajo la presidencia de Luis Echeverría, se recordarán los disturbios izquierdistas. Fue en estos días, cuando los ojos a la calle del edificio desaparecen. El Sr. Enrique Ochoa, representante legal del periódico, recuerda: “Don Jorge mandó a sellar las ventanas, por miedo. Había mucho movimiento izquierdista principalmente; entonces, había grupos terroristas. Por lo que las ventanas se mandaron sellar como previsión al panorama social de la época. Sólo quedaron algunas ventanas, pero en las partes más nuevas”. El siguiente cambio que sufrió el edificio fue la cobertura de mármol en 1985 por el ingeniero Guillermo Ochoa -padre del Sr. Enrique Ochoa-. Si bien muchos ciudadanos señalaron el derroche económico en esta acción, fue más una inversión a futuro, pues aparte de la seguridad que brinda al edificio, ofrece el prescindir de pintar y repintar la fachada. Este artículo forma parte de la edición conmemorativa de los 100 Años de EL INFORMADOR. El resto de los contenidos especiales están disponibles en ESTE ESPACIO y también puedes consultar la versión hojeable digital PULSA AQUÍ.