Deportes | Por Héctor Huerta Atuendo futbolero “En estos tiempos de infamia, mientras tantos oportunistas se dedican a borrar sus propias huellas, este cabeza dura sigue diciendo lo que piensa, no lo que le conviene”. Eduardo Galeano sobre Juan Gelman. Por: EL INFORMADOR 12 de julio de 2009 - 02:41 hs A Javier Aguirre Hace 22 años llegó Javier Aguirre Onaindia a la ciudad de Guadalajara, para integrarse al equipo campeón de las Chivas. Javier había cumplido una muy buena Copa del Mundo de México 86, con lo que se ganó la contratación en el Osasuna de la Primera División española, del cual salió meses después, luego de que en una acción desafortunada en el partido contra el Gijón, al minuto 40 del primer tiempo, chocó con el portero Ablanedo II y en el impacto resultó con fractura de tibia y peroné de su pierna derecha, lo que frustró su ilusión de jugar muchos años en Europa. Regresó a México para volver a su país, a su casa y con el equipo más popular del país, que lo aceptó a pesar de sus hondas raíces americanistas. “¿Cómo ve que me traiga a Javier Aguirre?”, preguntó don Marcelino García Paniagua, entonces presidente del Guadalajara, en una mesa del restaurante de la glorieta a Cristóbal Colón, en la avenida Américas, donde solía tomar café con sus amigos. Chivas había ganado el título 1986-87 y en ese momento se podía permitir el lujo de rehabilitar a Javier Aguirre, quien pondría su entrega, su profesionalismo, su buen criterio y su liderazgo al servicio de los rojiblancos. Eran otros tiempos de la ciudad, otros tiempos de las Chivas... y también otros tiempos de Aguirre. Entonces no vestía el fino traje de diseñador europeo, ni la corbata de súper seda, ni los impecables zapatos italianos que hoy exhibe como entrenador de la Selección mexicana. Aquel Javier Aguirre era un soñador, un idealista. El dinero ocupaba uno de los últimos lugares en su escala de valores. Vivía cómodo en un espacioso pero modesto departamento en la colonia moderna, junto al teatro “Jaime Torres Bodet”, entre las calles Mariano Otero y Chapultepec. En ese entonces Javier era un apasionado de la lectura y de la buena conversación. Llegó a la ciudad con su inseparable esposa Silvia y su hijo mayor Mikel. Aquí también en Guadalajara nació su segundo hijo, Ander, y luego completó la familia con el más pequeño, Iñaki, de quien dicen que será un gran jugador en poco tiempo. Pero el futbol también le ha dado grandes satisfacciones y una importante riqueza personal, no sólo en experiencias deportivas y en competencia de alto nivel, sino en lo material. Hoy el “Vasco” tiene la posibilidad de tener casa en Madrid, en Pamplona, en Miami y en la Ciudad de México, gracias a su trabajo y al esfuerzo desarrollado en los más de 30 años en el futbol profesional. Pero a nivel de comportamiento, también Javier ha cometido sus errores. Hoy es el centro de las miradas por la inquietante acción en el partido del jueves pasado ante Panamá, donde levantó la pierna y la depositó sobre el cuerpo de Ricardo Phillips, para ganarse la expulsión por agredir a un rival. La situación se agrava porque ahora ya no es el bravo jugador de mitad de campo, sino el entrenador de México, que debe predicar con el ejemplo para poder exigir disciplina a sus jugadores. Su conducta ha sido reprobada en muchos países y la imagen de televisión donde se aprecia la patada que le propina a Phillips le ha dado la vuelta al mundo, con un severo daño en su imagen de entrenador serio y profesional. Aquel Javier Aguirre que llegó hace 22 años a Guadalajara para dejar muchos amigos y para ganarse el respeto y la consideración del futbol tapatío, hoy se encuentra en el incómodo sitio denominado “el ojo del huracán”. Lleva tres incidentes igualmente graves, como aquel en el que impidió que siguiera un partido contra Puebla por hacer trampa, ordenándole a uno de sus jugadores fingir una lesión para suspender un partido, cuando era técnico del Pachuca y perdía ese juego 4-1, con cuatro expulsiones. Otra falla grave la cometió cuando dirigía al Atlético de Madrid y ofendió con expresiones racistas a un rival de color del Marsella de Francia que se encontraba caído junto a su banca, en un partido de Champions, lo cual le mereció la reprobación general en España y un duro castigo de la UEFA. La situación del seleccionado mexicano debe haberle creado una incómoda situación de estrés. No encuentra el rumbo. Volvió después de siete años de ausencia y se da cuenta de que aunque la estructura de los clubes es más profesional, el comportamiento y la calidad de los jugadores no está para la alta competición. Ni modo, Javier: hay que tragar el amargo sabor de los errores propios, de las calenturas del juego, del mal ejemplo y pasar este incidente a la lista de anécdotas vergonzosas que dejan duras lecciones. Y a levantar la cara porque no hay tiempo para el arrepentimiento. Con estos jugadores se tiene que calificar al Mundial. En tí está depositado el sueño de más de 100 millones de mexicanos... y también otros 100 millones de dólares que perderían las televisoras si la Selección no califica al Mundial. Temas Atuendo futbolero Lee También Chivas: Lista de bajas que tendrá para juego ante Necaxa en la Jornada 2 Super Bowl 2023: Look completo de Rihanna durante su show de medio tiempo Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones