* Un “maistro”

La desgracia del Guadalajara actual estriba en que su potencial futbolístico no está a la altura de los anhelos de sus simpatizantes... ni, mucho menos, de las ínfulas de sus dirigentes. Y el grave compromiso que contraerá, ipso facto, el técnico que los dueños del juguete se saquen de la chistera en los próximos días para reemplazar a Paco Ramírez (inamovible... ma non troppo) en el puente de mando, consistirá en tener que dar resultados sobresalientes, con un plantel muy justo en el aspecto cuantitativo... y bastante limitado en el aspecto cualitativo.

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De lo sucedido hasta la jornada anterior --seamos justos...--, no tuvo la culpa Paco Ramírez, sino quien lo hizo compadre.

Su historial como jugador, amén de que fue modesto, corresponde más a un obrero que a un científico o siquiera un estudioso de las canchas. Digamos que fue un futbolista de overol, más que de traje y corbata... o ya siquiera de bata. Ya como técnico, tuvo la fortuna de ser llamado por Ricardo La Volpe para ser su auxiliar en la Selección Nacional. Posteriormente se le llamó para ejercer de lugarteniente --y un poco como lazarillo-- de Sven-Goran Eriksson, designado técnico nacional por la capacidad de algún dirigente del futbol mexicano para vender saliva endulzada... y porque, aun en ese medio, el número de los incautos es infinito.

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Cualquier aficionado medianamente enterado estará de acuerdo en que Paco, ya como técnico --por otro capricho de los dueños del balón-- del equipo más popular de México, nunca dio señales convincentes de su capacidad para el puesto.

Sus defensores aseguraban que Paco “ve bien el futbol”. Por contrapartida, ni sus conceptos (que pudieran haber ganado justa fama de originales o de profundos, o que hubieran podido conocerse indirectamente, a través de las lecciones que sus pupilos ocasionalmente llegaran a recrear o a repetir), ni, principalmente, sus resultados --los más magros del Guadalajara en torneos cortos--, lo avalaron como un técnico en toda la extensión de la palabra.

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Fue una pena que los resultados hayan evidenciado que aún no estaba listo para vestir la toga que, en teoría, por fuerza debe quedarle a la medida al timonel de un equipo del peso específico y de la importancia histórica del “Rebaño”.

Ahí no basta con cualquier chalán. Ahí se necesita un “maistro” en toda la extensión del vocablo.