* Saber perder

Otra cosa notable del Barcelona: que sabe ganar —¿alguien, sobre la faz de la Tierra, pondría esa aseveración en tela de duda?—... y, por paradójico que parezca, sabe perder.

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Saber ganar es una ciencia. Saber perder, un arte.

Por supuesto, no faltaron los desahogos viscerales. Porque en todas partes se cuecen habas y hay ocasión de aplicar a muchas vivencias cotidianas, como moraleja, los versos clásicos (“El necio pide, y, pues lo paga, es justo / hablarle en necio para darle gusto”), también en Barcelona hubo un sector de la prensa que se suscribió a la fórmula más fácil; a la más barata; endosar la factura de los platos rotos por el Inter de Milán, en el partido de ida de semifinales de la Liga de Campeones de Europa... al árbitro.

(En efecto: como en los más rascuaches arrabales del Tercer Mundo del futbol mundial, donde se habla —mejor dicho: se berrea— de atracos arbitrales, se impreca al cielo por goles del adversario supuestamente conseguidos en flagrantes fueras de lugar, o hay desgarramientos colectivos de vestiduras por la sucesión de penalties “monumentales” que no se marcaron a favor del equipo al que se trata de defender, con argumentos... o sin ellos).

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Sin embargo, también hubo crónicas serias...

Análisis, verbigracia, como el del antiguo arquero de la Selección Española y hoy columnista de “El País”, Andoni Zubizarreta, en que van de la mano la capacidad para el juicio... y el sentido del humor. Por una parte, el elogio a la capacidad de Diego Milito —jugador argentino del Inter— “para convertir cualquier despeje (...) en una jugada de ataque” y para transformar “una pedrada en el mejor pase a profundidad”. Por la otra, la referencia a la iglesia milanesa de “San Sátiro” (la antítesis, por modesta, del increíble Duomo) y a la imagen de Santa Rita —patrona de los imposibles— que se venera en una de sus capillas. A esa imagen habrá que poner una vela para remontar en Barcelona, la próxima semana, el 3-1 adverso del partido de ida, “porque si hay un equipo que le ha dado a su afición el derecho a soñar —escribe ‘Zubi’—, incluso cuando todo está difícil, ése es el conjunto culé”.

(Con las debidas licencias de María Victoria Llamas, por la amable dedicatoria de uno de sus libros: “¡Viva la inteligencia!”).