Sábado, 08 de Noviembre 2025
Deportes | Por Jaime García Elías

* Pinole... y saliva

A propósito, por Jaime García Elías

Por: EL INFORMADOR

A los tres minutos de partido, con el gol de Mosquera, se escribió la historia. El resto fue cuestión de mero trámite: el América, que hizo un primer tiempo como para reeditar la historia de sus victorias más retumbantes de la campaña (el 7-2 de la sexta jornada ante el Toluca o el 5-0 de la octava ante Estudiantes) pero entre los desaciertos propios y los aciertos defensivos del adversario dejó el triunfo prendido con alfileres, ganó con marcador mínimo lo que quizá debió haberse resuelto por goleada.

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Independientemente de que el balón fue del Guadalajara en el segundo tiempo del “Clásico” de ayer en el Estadio Azteca, una cosa quedó en claro: que ganó el mejor.

El América se hizo dueño de cancha y pelota desde el principio. Generó el futbol ofensivo suficiente para haber masacrado a los rayados desde la etapa inicial. El juego aéreo, utilizado sistemáticamente por los capitalinos y facilitado por los defensores rojiblancos al recurrir sistemáticamente a las faltas, por incapacidad para frenar la avalancha americanista mediante recursos más ortodoxos, hizo estragos en el cuadro bajo rayado.

Aquello olía a goliza. Michel y Solís, con dos lances providenciales, y el árbitro Mauricio Morales al no sancionar unas claras manos de Mejía en el área, evitaron que se consumara lo que parecía inminente.

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En el segundo tiempo, quizá no fue tanto que el Guadalajara tomara la iniciativa por decisión propia, sino que el América la concediera, apostando a la inoperancia ofensiva del adversario --lo que da la razón a Raúl Arias al optar por el estilo primordialmente defensivo que ha impuesto a su equipo-- y a la solvencia de sus propios atacantes para aprovechar el desequilibrio táctico del rival y tratar de liquidarlo a punta de contragolpes.
El trámite del partido, en la primera media hora del lapso complementario, fue engañoso, puesto que los capitalinos “olieron” el gol por cuenta de Reyna, Montenegro y Cabañas, mientras los rojiblancos, no obstante la presencia de tres nominales atacantes netos --Bravo, el “Chicharito” y Arellano-- generaban un solo peligro: el que terminó en el fusilamiento de Omar, con marco, pelota y portero a sus disposición, al cuerpo de Ochoa.

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Uno, pues, tuvo el balón; el otro se llevó el triunfo.
Quedó demostrado, así, que no come más pinole el que tiene más pinole... sino el que tiene más saliva.

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