* Petatazo

Enhorabuena... a condición de que no sea una vil llamarada de petate.
Se trata, por una parte, de la información que se generó en el Club Guadalajara y que ayer difundió la prensa: la decisión de desafiliar a la “barra” conocida como “La Reja” y a boletinar nombres y fotografías de algunos de sus miembros a los clubes foráneos, para tratar de cerrarles el acceso a todos los estadios de la República, a raíz de los actos de vandalismo que protagonizaron el domingo pasado, en ocasión del “Clásico” contra el Atlas...

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Una cosa es entender que ganar un Clásico es mucho más importante que ganar un partido de futbol común y corriente --porque en aquél van de por medio los consabidos tres puntos... “y otra cosita”, como dice la canción--, y otra muy diferente traducir la frustración porque se malogró el resultado que se buscaba, en actos de agresividad y vandalismo.

Si se supone que uno de los principales valores de uso del deporte consiste en educarnos para la victoria, sí, pero también para reconocer, en un momento dado, los méritos del adversario, y, al cabo, recuperarnos de la derrota, reaccionar como lo hicieron los integrantes de los dizque “grupos de animación”, arremetiendo contra el camión, los jugadores y los simpatizantes del otro equipo, es, por donde quiera mirarse, una expresión de barbarie.

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Se trata, por otro lado, de la seriedad con que la autoridad civil recogió los incidentes que quedaron consignados tanto en notas periodísticas como en actas ministeriales. Concretamente, la decisión de la regidora Fabiola Martínez, de plantear al pleno del Ayuntamiento de Zapopan la iniciativa de endurecer las sanciones previstas para “faltas administrativas” claramente rayanas en la criminalidad --daños en propiedad ajena, pandillerismo, asociación delictuosa, lesiones...--, como las que se perpetraron el domingo y que tienden a volverse sistemáticas: que las multas económicas para vándalos y rijosos, que actualmente son de alrededor de 300 pesos, se pongan entre los dos mil y los seis mil pesos.

Aunque se antoja ilusorio que, en nuestro medio, las puertas de los estadios se cierren a ciertos trogloditas y facinerosos, parece plausible que se tomen medidas para pegarles donde más les duele: el bolsillo.

Lo que sigue es cruzar los dedos para que esto vaya en serio, y no se limite a ser --como ya se apuntó-- llamarada de petate.