* El invisible

En efecto: relativamente intrascendente —como el del sábado pasado, por ejemplo— y todo lo que se quiera, el Clásico da y quita...

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Porque ya sólo falta una jornada para que se dé el cerrojazo al largo prólogo —la fase clasificatoria— del verdadero campeonato; porque el Guadalajara, aun maltrecho y diezmado, ya alista el traje para la llamada “fiesta grande”, y porque el Atlas tiene al alcance de la mano el boleto para colarse al susodicho guateque (con la esperanza de que también esta vez —como ya ha sucedido varias veces— la lógica salga raspada y no necesariamente gane el mejor...), no es descabellado especular acerca de los nombres que saldrán cepillados en cuanto se proceda a las inevitables “podas” que, principalmente por asepsia financiera, realizan todos los planteles al final de cada campaña.

Más concretamente: es posible que jugadores como Mariano Barbosa, Darío Bottinelli, Gonzalo Vargas y Rómulo Marques, no vuelvan a aparecer en la alineación del Atlas..., y que otro tanto suceda con Omar Bravo en la del Guadalajara.

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En las filas rojinegras, salvo Fabricio Fuentes —aun sin ser una notabilidad—, los supuestos “refuerzos” sudamericanos quedaron a deber. Los triunfos sobre Pachuca y Guadalajara, y, sobre todo, la actitud, el espíritu de lucha evidenciado por los jugadores que estuvieron en la cancha en dos de las jornadas más recientes, fueron sintomáticos de una dolorosa realidad: sin los jugadores extranjeros, el Atlas funcionó igual o mejor. Señal de que los importados no marcan diferencias, como actualmente se estila decir... Señal, como se decía desde los tiempos de María Canica, de que valen, como jugadores de futbol, mucho menos de lo que cuestan.

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Con las “Chivas”, cuando Bravo contribuyó con un solitario golecito a uno de los varios triunfos del equipo rayado en la primera fase del certamen, hizo declaraciones en que daba por hecho que la sequía goleadora que lo persiguió durante su infausta aventura española y su reincorporación al futbol mexicano con los “Tigres”, había terminado. Dio por hecho que el goleador que alguna vez fue, había renacido —como el Ave Fénix— de sus cenizas...

Que su técnico ya no voltee a verlo, cuando lo tiene en la banca, ni cuando tiene un gol de desventaja y un hombre más sobre el campo, es indicio de que ahora, por alguna misteriosa razón, se está volviendo invisible...