* “El Coco”

Un aspecto especialmente deplorable de la especie de “comedia de equívocos” que, de manera tangencial a la desgracia de la que es protagonista involuntario Salvador Cabañas, se ha desatado en los medios de comunicación, corrió por cuenta nada menos que del técnico del América, Chucho Ramírez.

Zarandeado por la prensa desde finales del anterior Torneo de Apertura, porque hubo quienes interpretaron algún diálogo suyo con Cabañas --precisamente con él...-- al final de un partido de las “Águilas”, como un reproche del atacante paraguayo por la falta de ambición de sus planteamientos, es probable que Chucho aún esté resentido con quienes se dedicaron, sin más intención que la de “vender papel”, a tratar de amarrar navajas entre jugador y técnico.

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El cohete tronó en el momento más inoportuno. La misma mañana del lunes, cuando la familia futbolera estaba conmocionada por la noticia de la agresión a Salvador, Chucho agarró al vuelo la ocasión para tratar de endosar la responsabilidad del hecho... a la prensa deportiva. Dijo que las críticas colocan a algunos aficionados a un paso de las expresiones de violencia. No llegó al punto de afirmar que cronistas y comentaristas pusieron la pistola en manos del troglodita que con un balazo zanjó el conflicto que hubiera podido tener con el futbolista..., pero casi.

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Hay un punto en que Chucho tiene razón: lo que un jugador o un equipo de futbol hacen o dejan de hacer, no se queda en el intrascendente terreno del juego. El deporte convertido en fenómeno social adquiere, en los hechos, una dimensión mucho mayor a la que debería tener.

Parte de culpa, sin embargo, la tienen los mismos “clubes”. Saben que son empresas, y tienen conciencia de que su función primordial consiste en vender. En consecuencia, no vacilan, por ejemplo, en admitir como válido --y, por ende, como lícito-- que el odio a un equipo tenga un valor de uso en el mercado.

El propio América, desde su fundación, quiso, en la “película” del futbol mexicano, el papel de “El Villano”, porque el Guadalajara ya había hecho suyo el de “El Muchacho”. Una de sus más recientes campañas se centraba en una frase que se comenta por sí sola: “Ódiame más”...

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Al margen de que la lamentable declaración de Chucho debió ser un simple desahogo, da pie para revirarle:
--Ponen “El Coco”, ¿y ahora le tienen miedo...?