* Degradado

Las horas transcurridas desde que empezó a bajársele la espuma al chocolate del Mundial y los días que han pasado desde que la derrota ante Argentina acabaron con las ilusiones mexicanas de “hacer historia” en ese certamen, son más que suficientes para llegar a la conclusión de que las cosas salieron... al revés de como se soñaron.

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A despecho de la boruca que aquí se hizo a raíz de la victoria sobre una Francia irreconocible --nada que ver con el subcampeón del Mundial anterior-- en la primera ronda, la FIFA degradó a México: del lugar 17 de la clasificación oficial en que el “Tri” llegó a Sudáfrica, descendió, al final del torneo, hasta el lugar 24. Algo similar, aunque en menor medida, sucedió con los gigantes del continente: Brasil cedió el primer lugar a España y el segundo a Holanda, y Argentina fue colocado en el quinto casillero, por debajo de Alemania.
Reacomodos inobjetables. Tanto como las degradaciones de Italia hasta el undécimo lugar, y de Francia --la gran decepción del Mundial sudafricano-- hasta el vigésimo primero.

En compensación, sus actuaciones y sus resultados, muy superiores a los que habían previsto los expertos, reposicionaron a otros países latinoamericanos: el semifinalista Uruguay escaló hasta el sexto lugar; Chile subió al décimo; Estados Unidos se mantuvo en el 13, y Paraguay se instaló en el 16.

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Lo más lamentable del caso, sin embargo, sería la previsible (por tradicional) incapacidad para aprovechar la experiencia sudafricana al efecto de no repetir los errores que llevaron de la mano al relativo fracaso.

Desde el Mundial de Inglaterra-1966, previo al de 1970 que se realizaría en México, comenzó a prometerse una “reestructuración” del futbol mexicano. Y algo se hizo en ese sentido, ciertamente: se construyeron varios nuevos estadios, que modernizaron la infraestructura deportiva; se conseguiría una mayor profesionalización del balompié; se dotó a los “clubes” de una estructura más moderna; aunque se afirma que fue más por motivos económicos que deportivos, se modificaron los sistemas de competencia; en materia de comercialización, patrocinios, etc., el futbol de México compite con cualquiera; los salarios de los futbolistas, en promedio, están por encima de sus colegas --excepción hecha de las estrellas propiamente dichas-- del resto del continente.

Sin embargo, hay algo que, si no se ha estancado, tampoco ha mejorado en la medida de lo deseable: el futbol propiamente dicho.