* Chico maravilla

GUADALAJARA, JALISCO.- Una cosa es que Omar Arellano merezca, con creces, el tratamiento de “héroe” en las victorias que el Guadalajara consiguió miércoles y domingo pasados --a costillas de dos grandes históricos, hoy por hoy venidos a menos... de lo cual los rayados no tienen ninguna culpa--, y otra muy diferente que se le deba erigir, por ese hecho, como probablemente querrían sus repentinos panegiristas, una estatua ecuestre en el círculo central de la cancha del Estadio Jalisco.
Calma. Calma y nos amanecemos...
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El hijo de Omar padre y nieto de la “Pina” (extremo izquierdo, sí, pero de ninguna manera “goleador” del Guadalajara “Campeonísimo”, como han publicado algunos que han aprovechado las circunstancias para echarle toda la crema del tarro a los tacos del heredero de Omar Bravo con la camiseta 9 del “Rebaño Sagrado”) tuvo una contribución sobresaliente en los triunfos sobre River Plate en la Copa Sudamericana y sobre América en el Torneo de Apertura.
Explosivo, veloz, oportunista, el actual ariete rojiblanco se ha convertido, sobre todo por su contundencia, en pieza fundamental en el esquema táctico que Efraín Flores ha implementado a últimas fechas. Empero, Omar no es titular porque sea una máquina de hacer goles. Los tres que ha hecho en los dos partidos más recientes no le confieren, aún, la etiqueta de goleador. De hecho, antes de los dos con que mató las esperanzas americanistas por entrar a la “Liguilla”, apenas llevaba uno en el torneo local: una cosecha muy magra --la verdad sea dicha-- para un centro delantero, llámese como se llame, ya en plena recta final del certamen.
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Los apologistas del atacante de moda en el futbol mexicano, ya lo ponen en los cuernos de la Luna. Ya aseguran que Omar es un cheque al portador, pagadero por goles, y por ende en victorias, y por ende en títulos... Algunos ya lo consideran “el mejor atacante mexicano” del presente. Los más entusiastas ya lo ven en un equipo europeo... y, por supuesto, triunfador en el futbol del Primer Mundo.
(En lo que el tiempo --“supremo juez”-- dice la última palabra, para evitar que con el incienso tan generosa e irresponsablemente ofrendado al jugador mexicano del momento se consume el riesgo de quemar al ídolo, no estaría mal que alguien aconsejara a los turiferarios del joven maravilla, leer con atención el viejo cuento de La Lechera...).