* Árbol caído

Del árbol caído la semana pasada en Almería, todos —o casi todos...— hicieron leña.

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Hugo Sánchez rinde tributo a la lógica: cosecha lo que sembró. Desde su segunda salida de los “Pumas”, su remoción como técnico nacional —tras un desempeño tormentoso por su relación con público y prensa, y menos que mediocre en materia de resultados—, y ahora su destitución como timonel del modesto Almería, se ha dedicado a recoger tempestades; lógico, porque antes se había dedicado a sembrar vientos con enjundia digna de mejor causa.

Difícilmente lo va a admitir, pero la vida —y el futbol, muy particularmente— lo está utilizando para demostrar que la sentencia evangélica continúa vigente: “El que se ensalza, será humillado...”.

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Suponer, como supuso Hugo, que el Almería sería un escalón para acercarse a su meta de regresar al Real Madrid, ahora en la faceta de director técnico, era ilusorio. El Almería es, por su propia historia, el clásico equipo chico que vive al filo de la sobrevivencia.

Lo que hizo en su primera campaña con el cuadro andaluz fue meritorio. Sin embargo, el tiempo demostró que el principal artífice de la salvación del descenso, conseguida el año pasado, más que Hugo en los entrenamientos y en la banca durante los partidos, había sido, con sus goles, Álvaro Negredo. Cuando el Real Madrid recuperó a su jugador, el Almería se dio cuenta de que estaba colgado de la brocha, porque le habían  quitado la escalera.

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Mientras Juan Manuel Lillo —ex timonel de Dorados de Culiacán en el futbol mexicano—, con cierto nombre por su relación amistosa con Pep Guardiola (el técnico de moda en el mundo) llega al relevo, más que por su propio historial, labrado en equipos casi tan modestos como el Almería (Zaragoza, Real Sociedad, etc.), Hugo, al parecer, está por saltar a otra pista del circo del futbol. Más por el peso específico de su nombre como imán de taquilla que por el crecimiento demostrado en su carrera como técnico, suena como candidato a dirigir a algún equipo importante de la Liga Norteamericana de Futbol.

Es posible —y deseable, porque a nadie se le desea mal— que ahí encuentre su nivel de competencia... aunque ello dependerá, en buena medida, más del material humano que caiga entre sus manos, que de la calidad de “triunfador nato” de que se gloriaba.