Domingo, 19 de Mayo 2024
Cultura | Por: Enrique Navarro

Visiones de Atemajac

Medio siglo de la Casa de la Cultura Jalisciense (II)

Por: EL INFORMADOR

La construcción de la Casa de la Cultura Jalisciense inició en 1957, siendo inaugurada el 7 de febrero del 59. Fue Agustín Yáñez, en su doble condición de gobernador e intelectual, quien la concibe y materializa. Julio de la Peña, en su calidad de joven y destacado arquitecto tapatío (tenía 40 años), la proyecta y edifica.

Vale la pena detenerse en estos dos personajes jaliscienses. Yañez, todos lo sabemos, no sólo era ya por esos momentos uno de los más destacados escritores nacionales, sino que representaba esa peculiar generación de intelectuales y literatos mexicanos metidos a la política de los regímenes posrevolucionarios.

Esta tradición arranca desde los tiempos del México independiente y se puede comprobar fácilmente a lo largo de buena parte del siglo XIX, así como en el porfiriato. Recordemos tanto a liberales como conservadores: muchos de ellos combinaban la pluma con el fusil o la arenga política. El periodismo militante y la tribuna legislativa vivieron grandes momentos. Pensemos, asimismo, en el educador e historiador Justo Sierra. Vasconcelos inaugura la etapa moderna. Se suman Torres Bodet y Yáñez, entre muchos otros.

Ahora bien, no todo era miel sobre hojuelas. Muchas veces tales militancias disfrazaban cooptaciones inconfesables: las prebendas, los puestos de embajada, los premios y las becas no eran gratuitos; implicaban mordazas a la libertad de conciencia y expresión, como ya lo hemos analizado en otras ocasiones. El punto es que Yáñez, en los cincuenta y en su terruño jalisciense, imaginó un centro cultural que trascendiera desarrollando el arte y la cultura local. Fue una buena intención parcialmente lograda. El “boom “ de la casa fue, lamentablemente, efímero.

Al otro personaje clave -me refiero al arquitecto Julio de la Peña-, debemos un edificio particularmente atractivo y emblemático, tanto del funcionalismo arquitectónico dominante por esos días, como de la versión tapatía o provinciana (en su mejor acepción) del tipo de arquitectura que debía representar el proceso de modernización socio-cultural que la región experimentaba.

Estamos frente a un sobrio, elegante y funcional inmueble cincuentero, el cual, al jugar con volúmenes y líneas horizontales y verticales y con espacios amplios y generosos, proyectaba una aureola de monumentalidad. Además, al utilizar De la Peña el hormigón y el acero para la gran estructura y al revestir sus fachadas con la clásica cantera dorada de la región y ser recubiertos sus pisos con mosaicos rojos o sus patios con piedra bola de río, no hacía sino reflejar la combinación posible y afortunada de los materiales industriales con los vernáculos. Feliz concepción. Abarca tradición y modernidad. Proyecta, claro está, el estilo y visiones que el arquitecto poseía.

Julio de la Peña nació en Guadalajara en 1917; se formó en la Escuela de Ingeniería de la Universidad Autónoma de la misma ciudad; trabajó en el despacho de Pedro Castellanos e Ignacio Díaz Morales. Fue precisamente Don Nacho quien lo invitó a sumarse al proyecto de la fundación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara en 1947, siendo De la Peña el primer secretario. Es autor de innumerables obras urbanas y arquitectónicas, destacando la Avenida Lafayette (hoy Chapultepec), el Auditorio Benito Juárez, el Condominio Guadalajara, la Glorieta Minerva y la Casa de la Cultura.

navatorr@hotmail.com





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