Domingo, 28 de Abril 2024
Cultura | El poeta y traductor es recordado aquí a través de sus propias palabras

Tomás Segovia por sí mismo

Segovia, quien murió el lunes pasado, fue un pilar de las letras mexicanas, marcado por su exilio de España. Vivo de la nostalgia, decía.

Por: EL INFORMADOR

Tomás Segovia, en su visita el año pasado a la Feria Internacional de Libro de Guadalajara. CORTESÍA FIL  /

Tomás Segovia, en su visita el año pasado a la Feria Internacional de Libro de Guadalajara. CORTESÍA FIL /

GUADALAJARA, JALISCO (13/NOV/2011).- “Una literatura comprometida es excesivamente impersonal. Porque se abstrae. Es muy fácil pensar que la vida no es así. Y un mensaje es más efectivo cuando queda incorporado a la vida”, dijo en alguna entrevista el poeta, novelista, ensayista, dramaturgo y traductor español Tomás Segovia, quien falleció el pasado lunes en la Ciudad de México a los 84 años de edad.

El autor perdió su batalla contra el cáncer, pero su obra vive su mejor momento: la transcendencia. Segovia nació en Valencia, España, en 1927, pero desde niño se convirtió en un exiliado debido a la Guerra Civil Española.

Su obra poética es uno de las más destacadas de México y España, países que se convirtieron en los dos hogares del autor de La luz provisional. Entre sus libros destacan: Anagnórisis,Apariciones, Cuaderno del nómada, Cantata a solas, Noticia natural, Fiel imagen y Sonetos votivos.

El ganador de premios como el Xavier Villaurrutia (1972), el Alfonso X de Traducción (1982, 1983 y 1984), el Octavio Paz (2000) y el Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe (2005) tenía su blog: http://tomassegovia2.blogspot.com.

Su última entrada ahí es un poema publicado en agosto de 2010: “Tendría que aceptar que me reprochen / Si es que puede nacer ese reproche /Que siempre haya esperado mucho más que buscado / El amor la alegría la dicha el cumplimiento /Que nunca haya buscado aunque lo haya esperado / Pertenecer a nada”.

Aquí algunas de sus ideas sobre la vida, la nostalgia, la poesía, la sociedad y el exilio.

Su escritura

“Huyo de refugiarme en la literatura para escapar de la vida. Escribir es mi manera de tratar de poner las cosas claras con la vida, no con la literatura”.

 “Si a los 14 años me hubieran preguntado qué quería hacer, hubiera dicho que dedicarme al fútbol. Pero lo que se me daba bien era escribir, y ocurren cosas cuando eres niño que sólo después comprendes que eran significativas. Cuando tenía 10 años y estaba refugiado en París, me encargaron una redacción. Después de leerla, el profesor comentó en clase: “Chicos, aquí tenemos a un escritor”.

“Yo no me siento escritor, no escribo para dar un paso adelante en la historia de la poesía, sino para comprender mejor la vida. Como mucho, soy traductor”.

La nostalgia

“Vivo de ella. He escrito un montón de poemas sobre la nostalgia. Cuando me preguntan ¿por qué volviste?, digo que yo no he vuelto. Como decía Max Aub, aunque en otro sentido, he venido, pero no he vuelto. Quería decir que volver no significaba que quisiera integrarse, sino asomarse. Yo no he vuelto. Sigo viviendo entre dos mundos”.

“Me faltaba algo, necesitaba sentir la tierra así. Tenía también mucha nostalgia de los días que viví en el exilio, en Francia”.

 “Siempre me he defendido de la nostalgia oficial. Precisamente por ser niño del exilio he estado rodeado de esa nostalgia. Haber pasado una infancia desarraigada lo que me hace es no creer en el arraigo. Para muchos exiliados el centro de su experiencia es lo perdido, pero para mí lo es que yo viví la experiencia del no-ciudadano. Y ése es el problema del siglo XXI y del futuro, los derechos de los no-ciudadanos: de los ecuatorianos de Madrid, de los paquistaníes de Londres...”.

La sociedad

“Si estuviera seguro de que pudiera haber una sociedad humana sin poder, sería anarquista sin dudarlo. Pero como dudo de que se pueda eliminar totalmente el poder, entonces hay que luchar por limitarlo y, a veces, es necesario resistir. Cuando se nos quiere imponer la banalización de la sexualidad, hay que salvar la vieja sabiduría carnal, ese conocimiento de los cuerpos que nos avisa que hay en ellos algo oscuro, algo sagrado, misterioso”.

“A los niños los llevaban a ver los museos de las atrocidades de Hitler y Stalin. Había comunicación entre viejos y jóvenes. En España los jóvenes no saben quién fue Franco y los ancianos mantienen la cultura del silencio, de no mover las cosas, de mirar para otro lado. El silencio de unos choca contra la ignorancia de los otros”.

“Entre cierta izquierda, que ahora es izquierda con mucha soda, está de moda pensar que los males fueron iguales en ambos lados de la guerra. Pues no. Basta con ver la exposición de las Misiones Pedagógicas -en el Centro Conde Duque de Madrid- para entender que la República es lo único bien hecho en toda la historia de España. Lo digo como observador objetivo. No me siento ni frustrado ni robado. Yo era un niño y pasé un poco de hambre, sí, pero a cambio de eso conocí países y estudié libremente”.

La poesía

“Hay determinados umbrales en el lenguaje y, a partir de un momento dado, sólo es posible referirse a algunas experiencias de manera poética, utilizando metáforas, imágenes, avanzando de manera intuitiva. Las fronteras no son claras, pero uno sabe que hay cosas que no pueden decirse con razonamientos, que no son objetivables, para las que no sirve el lenguaje demostrativo”.

“Soy espontáneo, pero desconfío de la poesía espontánea. Mi gran defecto es tener facilidad, sino un defecto sí un peligro. De joven tenía mucha memoria verbal, no corregía, siempre he escrito muy de primera intención, si una poesía no la termino en una o dos horas generalmente la abandono”.

El exilio

“El exilio es mi condición, o sea lo que con espíritu romántico trata uno de convertir en un ‘destino’. Pero aceptar nuestro ‘destino’ es justamente no utilizarlo en provecho propio, incluyendo el provecho de tener con eso una bandera, una justificación, una reclamación o lo que llaman una ‘identidad’. Dicho de otra manera: yo no quiero que se juzgue mi obra como la obra de un exiliado, sino de un hombre, como si fuera mujer no quisiera que se juzgara mi poesía como poesía de mujer, sino de poeta. Ponerse a la cabeza de algo, incluso en arte o poesía, es siempre buscar el poder y yo creo que la poesía es todo lo contrario del poder”.

“Hay algo que creo que es muy peligroso, y es decir ‘soy un exiliado’. Marcar tus límites, definirte con un término cerrado. Cuando estás fuera -en Francia, en Marruecos, en México- entiendes lo que significa el nacionalismo de los demás. Lo que es más difícil es ver el tuyo propio. Llevo 60 años en México y sigo hablando con acento español. Lo conservé por honestidad, por valentía. Había más facilidades de integrarte si borrabas tu procedencia, si aprendías su acento, pero yo quería ser leal a mi lugar de procedencia, a mi lengua, a mi paisaje. No existen las identidades; lo que hay son lealtades”.

“Lo que a mí me enseñó el exilio fue una manera de mirar. Pero esa mirada no la dirijo sobre mí mismo. Es una mirada que mira el mundo. Esa mirada está condicionada por todo mi destino, por el hecho de que soy un exiliado, varón, heterosexual, occidental y más o menos cultivado”.

“Para mí, el exilio no es un tema, es una condición. Aparece en lo que escribo como aparece que soy varón, heterosexual, sentimental... El exilio es una manera muy fundamental de estar en el mundo. Tiene que ver con la moral”.

Textos citados de El País y El Mundo.

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