Presentan la novela 'La sangre de la aurora' en la FIL

GUADALAJARA, JALISCO (01/DIC/2014).- En el seno de la FIL de Guadalajara fue presentada la novela "La sangre de la aurora" (2014), de la escritora peruana Claudia Salazar Jiménez, la cual ganó la quinta edición del Premio Las Américas, un galardón que -comentó Mayra Santos-Febres- es "particular" no sólo porque se trata de un reconocimiento de escritores para escritores, se entrega además durante el Festival de la Palabra que se celebra en Puerto Rico y Nueva York desde hace cinco años.

En este sentido, en palabras de la escritora puertorriqueña, el festival crece "a pasos firmes", en especial después de constituirse como OPD (Organismo Público Descentralizado) y conseguir recursos propios; asimismo, "es unn festival diaspórico, porque la mitad de la gente de Puerto Rico vive en Nueva York, un ejemplo de que las fronteras no son fijas".

Así, el objetivo esencial del Festival de la Palabra (organizado por escritores y promotores de cultura con apoyo de la Fundación Las Américas) es, dijo Santos-Febres, "apoyar tanto a los autores como a las editoriales independientes, abrir espacio a las voces posibles y sus presencias".

Perspectiva de las mujeres

Por lo que toca a la novela ganadora, un jurado encabezado por Fernando Iwasaki y Ángel Darío Carrero concedió el premio Las Américas a Salazar Jiménez por "La sangre de la aurora", un relato descrito por Santos-Febres como "un relato de Sendero Luminoso desde la perspectiva de las mujeres, una voz múltiple que representa una reflexión sobre la violencia" y cuyos personajes "son todas víctimas de la guerra".

De esta forma, la escritora peruana señaló que la novela surgió a partir de un taller que tomó con la reconocida escritora Damiela Eltit, un ejercicio breve que "era el germen de una novela", en la que su interés era "ver cómo la violencia de los ochenta y los noventa en el Perú repercutía en el cuerpo de las mujeres".

Tras seis años de trabajo, agradecida con el premio, Salazar Jiménez asegura que "sabía que quería contar historias de violencia, pero me enfrenté a un dilema ético: ¿hasta qué punto el relato es sólo morbo o cuándo se está cuestionando lo que sucede? De modo que traté de que no cayera la narración en la violencia como espectáculo y que tampoco fuera costumbrista, por ello el estilo que elegí fue fragmentario".

Respeto y disrupción

Para la escritora peruana, en ese estilo fragmentario "hay fluir de conciencia y un quiebre de la sintaxis, donde el lector va a poner de sí; de esa forma lo resolví porque busco que sea un lector comprometido, que sepa que lo que se cuenta es algo serio. Cuando se narran este tipo de hechos, de políticas que causan dolor, hay que tratarlas con respeto; y la literatura -creo- es para eso".

En cuanto a los personajes, dice la narradora, "lo que buscaba era elaborar personajes no convencionales, marginales, ofrecer otra voz desde el conflicto; además, la sexualidad juega un papel central, porque es importante ver cómo representamos el deseo femenino y, en la novela, el punto de vista se orienta hacia el goce, algo que es disruptivo, sobre todo en tiempos de guerra".

EL INFORMADOR / RICARDO SOLÍS