Cultura | Por: David Negro Guerrero ''¿No le temes tú al silencio?'' Contemplaciones contra el tedio Por: EL INFORMADOR 22 de julio de 2009 - 01:37 hs I Es terrible cómo día a día la radio va despersonalizándose para darle paso a ese rostro frío y compacto que la distingue en nuestros actuales días. Estamos invadidos de opciones hertzianas que parecen repetirse una y otra vez; sea en la llamada AM o en la FM pareciera que las pobres orejas están condenadas a recetarse las mismas fórmulas supuestamente seductoras en donde lo que se privilegia es la estridencia, la vacuidad y la perorata insulsa. Claro, con sus demasiados toques de música comercial, que por lo regular es la mismita que se repite sin cesar en otras estaciones, espantosamente similares unas a las otras. En nuestro cuadrante existe una saturación de emisoras que hace tiempo le dieron la espalda a la imaginación y a la inspiración para darle la bienvenida al frío y triste destino al que muchos empresarios la han condenado: un vil negocio, en donde lo que menos importa es el auditorio, el público que con su personal decisión de elegir tal o cual señal hace posible el privilegio de la comunicación. Ayer conocimos a esta radiodifusora transmitiendo música mexicana, hoy programará música pop y mañana será la esencia grupera lo que la distinguirá. Se cambia de perfil, de objetivos y de intenciones con la misma facilidad -y quién sabe- con la que se cambia uno de calzones. II A ese panorama desolador se le debe agregar el golpe terrible que han sufrido aquellas voces que educaron nuestros entusiasmos invisibles; aquellos locutores y locutoras que se distinguían no solo por poseer un timbre privilegiado, sino porque estaban cargados de inteligencia, imaginación y frescura. Son los tiempos en donde hablar como tarabilla, bamboleando los labios para que las palabras salgan como chicle derretido, y con la seguridad de un mosquito vanidoso, parecen colocarse como el ejemplo a seguir. Lo peor es que, sí, el cuadrante ha sido invadido por piratas del micrófono que anhelan todo menos cultivar, compartir y educar. Escasos, a estas alturas ejemplares raros, son aquellos que entienden que estar ante el micrófono de una estación de radio exige, en primer lugar, verdad y naturalidad. Engolar la voz es triturarla y fabricar un fraude: es querer dar gato por liebre. El engolamiento, lo saben los expertos de la publicidad, es válido pero en los confines del texto prefabricado e intencionalmente dirigido y trabajado en la comodidad de un estudio de grabación. La radio en vivo es otra cosa, es tal cual: la vida vivida para vivir. III El jueves pasado dejó de existir físicamente un maestro de la palabra viva. Lamentablemente tuvo que partir para que se confirmara el enorme valor y riqueza que contenía y que siempre, carambolas de la vida, se encargó de compartir sin celos. Álvaro González de Mendoza -iconoclasta, filólogo, taumaturgo, verbotraficante, malesposo, hablador, redactor y aprendiz de todo, como se definía a sí mismo en su blog- ha pasado a convertirse en algo que tal vez a él no le hubiera gustado: referencia obligatoria en la historia de la radiodifusión cultural del país. No solo de esta Tapatilandia que tanto amaba, sino más allá de las fronteras jaliscienses, pues su trabajo tuvo una resonancia firme y respetada, al grado de que hasta los micrófonos de la legendaria BBC londinense saborearon su conversación. Dueño no solo de una voz envidiable, sino de una personalidad y una inteligencia admirables, Álvaro siempre estuvo en la trinchera de quienes creemos que es posible hacer radio más allá de lo que se escucha en las frecuencias comerciales, o incluso hasta en ellas mismas. En Radio Universidad de Guadalajara ha pasado a convertirse en una leyenda y su muerte pegó muy duro en el ánimo de todos sus integrantes. Algo similar ha pasado en "la tiendita de enfrente", el Sistema Jalisciense de Radio y Televisión, en donde conducía, todavía días antes de su partida, el programa Hasta agotar existencias. Y ese impacto de dolor y tristeza ha llegado hasta aquellos a quienes Álvaro dedicó siempre su trabajo: el otro, el escucha, tú, yo. Prueba más que evidente de ello es el considerable número de mensajes y despedidas que hasta la fecha se siguen recibiendo en www.alvargonzalez.info, que dan muestra del cariño y admiración que su talento animó. IV En lo personal, siempre admiré a Álvaro González de Mendoza. Lo veía como el ideal del comunicador al que siempre he aspirado. Sé, también, que será tarea imposible, pues figurones del micrófono y de la radio no se dan así nomás y menos, como ya dije líneas arriba, en tiempos como los actuales. Pero sí puedo decir que gozaba de su amistad y que siempre sazonaba de buen humor cualquier momento: "¿Cómo estás, Álvaro?". "Mal, afortunadamente", contestaba siempre que le saludaba. Hombre generoso, prudente, de una picardía cosquilleante, el Vallero Solitario ha emprendido el mejor de los viajes, aunque a muchos nos ha dejado un poco más desamparados. Queda su trabajo y su disciplina como testimonios de un oficiante radial verdadero, pues como él mismo escribió: "¿Quién eres, Doña Radio? Egregia dama menospreciada y subempleada porque se han olvidado de que tu función primaria es encantar. (…) Que además de tener la atención pública entre vacuidades, eso es entre-tener, puedes repletar esa hambre de conocimientos que tenemos los seres humanos; puedes dulce, deliciosa y suavemente, educar". Táte bien, querido Álvaro: ya te alcanzaremos. Comentarios, quejas y remembranzas al estilo "Allá tú" a: davidguerrero.lemus@gmail.com. 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