Itinerario

En estos días de resurrección y ocio, de contrición y esclarecimiento, uno se pregunta sobre la posibilidad de un Abraham y de un Moisés contemporáneos, entre nosotros.

Los dos hombres son los dos grandes pilares de las tres religiones monoteístas de mayor feligresía en el mundo: cristianismo, islamismo y judaísmo. Los dos son comunes a las tres religiones. Los dos, para las tres, son impulso y construcción, fortaleza y esperanza. Son congruencia.

Abraham, que al fin significa padre, dirigente de muchos; mientras que Moisés es la iconografía del liberador y hasta del legislador.

Fuera de un contexto religioso, pero con las características de estos dos hombres, las sociedades contemporáneas, como la nuestra, vuelve sus ojos a estas dos monografías, con la intención de encontrar -aunque sea un bosquejo o intentona- un perfil cercano.

Y es que lejos de las enseñanzas de armonía y construcción que ambos dejaron -así sea en los dogmas escritos, dada su falta de material historiográfico y científico que los justifique-, son dos ejemplos de prohombres, que emprendieron acciones nunca tan necesarias como en nuestros tiempos, caracterizados por la confusión espiritual y la desarticulación social.

Uno de los triunfos que el tiempo les ha otorgado más allá de sus actos y obras está el hecho de que sean punta de lanza y ejemplo vivo para tres formas de percibir la divinidad y ejercer el amor al prójimo.

En nuestra comunidad no es factible la presencia de un hombre o mujer con estas características, o al menos es poco probable. Y me temo, sin caer en pesimismos, que ni siquiera el liderazgo religioso de la comarca está cerca de obtener una fuerza de convocatoria tal, que sume las voluntades de todos los ámbitos de la sociedad, y sí más bien su división.

El Abraham y el Moisés no se encuentran en los actuales hombres de poder. Nunca se han encontrado ahí. Se encuentran, sin lugar a dudas, en los segmentos de las minorías y en las voces anónimas. Son siluetas formadas entre el hacer y el decir, fragmentos brevísimos entre la palabra y el acto. Son la congruencia. Nada más ajeno a quien ostenta el poder.