Viernes, 26 de Abril 2024
Cultura | La literatura china en la mira desde el premio nobel

He Jiahong se inspira en casos comunes

El escritor chino vive una vida de novela y una obra que asegura se nutre de situaciones comunes

Por: EFE

El autor asegura evita meterse en controversias con políticos como Bo Xilai. ARCHIVO  /

El autor asegura evita meterse en controversias con políticos como Bo Xilai. ARCHIVO /

BEIJING, CHINA (16/OCT/2012).- Su vida daría para una novela, pero He Jiahong, uno de los escritores más populares de la literatura negra china, prefiere inspirarse en los casos comunes para denunciar, entre el realismo y la ficción, las injusticias del sistema.

Es menudo y a primera vista frágil, una impresión que apenas dura unos segundos. Cuando habla, eleva la voz y expone con contundencia "el serio problema que tiene China con la corrupción sistemática".

"Y los líderes lo saben", matiza un hombre que a fuerza de mero tesón y una buena dosis de pasión, en un afamado escritor y uno de los profesores de Derecho más respetados del país.

Precisamente, la potencia asiática vive estos meses uno de los capítulos más escabrosos de su historia política reciente, con Bo Xilai, un carismático exjefe provincial, envuelto en un escándalo de corrupción y sangre que el régimen intenta barrer antes de ceder el testigo a los nuevos líderes a partir de noviembre.

Aunque la saga "Bo" bien podría ser la trama de una de sus novelas, He asegura que "nunca basaría un libro en ella". "Prefiero historias comunes", enfatiza con amabilidad.

Y esas no le faltan. Para empezar, la de su propia vida, reflejada en algunos detalles de una obra que forman cuatro novelas ("La Loca" es la primera que se ha publicado en castellano) y un mismo protagonista: el abogado Hong Jun o "Master Hong", su alter ego para muchos lectores.

Hong, un investigador al estilo del Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, volvió a China después de una temporada en Estados Unidos, igual que su creador tras graduarse en la prestigiosa Universidad Northwestern en los años 90.

Pero el novelista tuvo que recorrer un largo trecho hasta llegar a ese momento. He nació en Beijing en 1953 y pasó ocho años de su juventud en un campo de reeducación de la remota provincia de Heliongjiang (noreste) en plena Revolución Cultural (1966-77), donde combinaba su trabajo como peón en una granja con la composición de poemas bucólicos.

Cuando pudo regresar a la capital, a finales de los años 70, trabajó como fontanero para ganarse la vida. Allí conoció a la que sería su futura esposa, una joven doctora cuyos padres comenzaron oponiéndose al romance entre un trabajador iletrado y su hija universitaria.

Movido por el amor y acostumbrado a lidiar con injusticias, He optó por estudiar Derecho, una carrera que cursó con brillantez y que, aunque no era su vocación original, le sirvió para nutrir de experiencia los casos de sus futuras novelas, su verdadera pasión.

Así, no es de extrañar que, curtido en una etapa de sequía cultural y buen conocedor de los tentáculos de la censura, evite meterse en camisas de once varas cuando se le pregunta por casos políticos como el de Bo Xilai.

"Cuando era joven, era un revolucionario, pero ya no quiero más peleas", comentó.

Alejándose de una actitud belicosa, elige combatir las injusticias desde dos frentes, el docente y el literario.

"Como profesor de Derecho, lamento que tengamos que depender tanto del Partido (Comunista) para combatir la corrupción. Los fiscales están controlados por los líderes locales, que son quienes tienen la última palabra", precisa.

Sin embargo, asegura con optimismo que "hay muchos fiscales muy honestos", y que "el sistema ha mejorado". Recuerda que cuando escribía sus libros (a mediados de los 90) "la tortura era un serio problema. Ahora esto se ha suavizado".

Más aún, insiste en que "la sociedad es cada vez más abierta", por lo que recomienda a los jóvenes que lean más novelas de detectives y menos de artes marciales, prolíficas en el país del kung fu.

La literatura china, en primera plana desde que el escritor Mo Yan ganó el Nobel el pasado jueves, es su segunda arma para remarcar que los problemas deben arreglarse de manera civilizada.

Gracias a los "casos comunes" de sus libros, que oscilan desde sentencias equivocadas a prácticas corruptas, el autor logra no sólo transmitir ese mensaje, sino crear conciencia social y derribar con ello el muro que levanta el régimen comunista cada vez que sospecha que algo puede despertar el espíritu crítico de la población.

El escritor chino no ceja en ese empeño y, combinando la docencia con la libertad que ofrece la literatura, asegura que "continuará exponiendo problemas, aunque no pueda dar respuestas".

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