Jueves, 25 de Abril 2024
Cultura | tuvieron un uso ritual y posteriormente fueron depositados en hilera y apilados

Arqueólogos descubren ofrenda de sahumadores prehispánicos

Los objetos tuvieron un uso ritual y posteriormente fueron depositados a modo de ofrenda, en hilera y apilados en tres capas

Por: NTX

Las piezas se observan tonos blanco, rojo, azul y amarillo, tienen calados en forma cruciforme. TWITTER / @INAHmx

Las piezas se observan tonos blanco, rojo, azul y amarillo, tienen calados en forma cruciforme. TWITTER / @INAHmx

CIUDAD DE MÉXICO (12/JUL/2016).- Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia ( INAH) descubrieron una ofrenda de alrededor de 30 sahumadores prehispánicos, cuyos mangos policromos rematan con elaboradas representaciones de cabezas de serpiente de fauces abiertas o xiuhcóatl "la serpiente de fuego".
 
El INAH informó que desde abril pasado un grupo de expertos da seguimiento a obras públicas que el municipio de Cuautitlán realiza en la periferia de los parques Juárez y de la Cruz.
 
Detalló que en los alrededores del primero se ubicó la mayor cantidad de vestigios prehispánicos; entierros con ofrendas, entierros con ofrendas, cimientos de lo que quizá fue un templo, y lo más sobresaliente, la ofrenda de sahumadores.
 
Los arqueólogos del Centro INAH Estado de México, Francisco Antonio Osorio Dávila y Héctor Pérez García, encargados de coordinar las labores de salvamento, informaron que dichos objetos, descubiertos a mediados de mayo, tuvieron un uso ritual y posteriormente fueron depositados a modo de ofrenda, en hilera y apilados en tres capas.
 
Sin embargo, explicaron que es imposible conocer si estuvieron asociados a algún elemento arquitectónico o escultórico específico; el hallazgo guarda semejanza con el registrado en 2009 al pie del Templo Mayor de Tenochtitlan.
 
El arqueólogo Francisco Osorio detalló que en el mismo espacio donde estuvo la ofrenda de sahumadores, la cual actualmente se encuentra cubierta de carpeta asfáltica, se han contabilizado 27 piezas completas, aunque aclaró que la cantidad podría llegar a 31, cuando se unan las que se encontraron fragmentadas.
 
De igual forma, el arqueólogo Ignacio Forteza Saavedra explicó que en las piezas, a pesar de la tierra que aún recubre los mangos, se observan tonos blanco, rojo, azul y amarillo, tienen calados en forma cruciforme (que aluden a los cuatro rumbos) y un trabajo de pastillaje que decora las cazoletas.
 
Osorio Dávila añadió que los mangos son huecos y contienen pequeñas bolas de barro que emiten un sonido de lluvia al voltearlos, asimismo, los asideros rematan, ya sea pintados o modelados en barro, con formas de moños.
 
Las representaciones de xiuhcóatl conservan coloridos tonos y un pastillaje fino alrededor de los ojos, aún más notorio en los colmillos y en la lengua bífida, las cazoletas de los sahumadores mantienen restos de la tierra que más adelante serán sometidos a análisis de flotación, para identificar algunos materiales que llegaron a verterse en ellos.
 
Mencionó que la ofrenda de sahumadores y la estructura prehispánica datan del periodo posclásico tardío (1350-1519 d.C.), periodo en el cual Cuautitlán se convirtió en tributario de la triple alianza y era un lugar estratégico en el comercio que se mantenía con los territorios norteños.
 
De acuerdo con textos del siglo XVI, Cuautitlán era un altépetl (cerro donde nace el agua) tepaneca, nominalmente dependiente de Tlacopan, aunque tenía su propio tlatoani (señor) y dominaba una amplia zona a sus alrededores.
 
El experto también habló de la estructura arquitectónica, de la que sólo quedan los cimientos, mencionando que quizá correspondieron a un templo de medianas dimensiones, donde también se recuperaron clavos arquitectónicos y almenas, y se identificó el desplante de un piso de lajas de piedra, así como restos de estuco.
 
"Los restos que años atrás excavó Luis Córdoba Barradas en la Catedral de Cuautitlán, junto con esta estructura, indicarían la proporción que pudo haber tenido la ciudad prehispánica. Debió ser un centro rector de alrededor de un kilómetro de extensión en cuanto a construcciones", refirió.
 
Sobre los entierros hallados, Osorio Dávila explicó que el primero se localizó en área circundante al parque Juárez, estaba constituido por tres cráneos orientados hacia el poniente, por debajo y detrás de ellos, se hallaron apilados sus huesos largos y, como ofrenda, tres jarras de la fase Azteca II (1200-1400 d.C.) con restos de pintura azul y grandes navajillas prismáticas de obsidiana.
 
Además agregó que se ubicaron un par de entierros más a lo largo de la calle Tranquilino Salgado, uno de ellos dispuesto hacia el oriente y el otro hacia el norte, este último hallado en posición sedente (sentado) el cual correspondía a una mujer joven (de 13 a 15 años) y estaba acompañado de dos platos miniatura, dos silbatos y una mascarilla miniatura de Mictlantecuhtli, el dios de la muerte.
 
Mientras que el otro entierro pertenecía a un individuo cuyo sexo no pudo determinarse por que la osamenta se encontró incompleta, tenía asociados navajillas prismáticas y una figurilla fragmentada tipo "galleta".
 
A un metro de distancia, se halló una ofrenda de 16 ollas trípodes tipo Tláloc, pintadas en negro y en rojo, las dimensiones de estos recipientes oscilan entre los 8 y los 12 cm de altura y muestran de forma burda los "tocados de papel" del dios de la lluvia, modelados en barro.
 
El arqueólogo Francisco Osorio dijo que los contextos próximos al Parque Juárez ponen en evidencia dos asentamientos culturales importantes, el primero, del periodo posclásico temprano (900-1350 d.C.), a través de materiales cerámicos toltecas, lo que confirma los orígenes de los cuauhtitlancalques, así como de la fase Azteca II.
 
La segunda, del posclásico tardío, ejemplificada por la ofrenda de sahumadores y los restos de la estructura arquitectónica.
 
El salvamento arqueológico en el centro histórico de Cuautitlán continúa en el Parque de la Cruz, frente a la Catedral del municipio, donde se han localizado los restos de ocho individuos, entre hombres y mujeres, los cuales fueron depositados a la usanza cristiana y pudieran corresponder a entierros que se realizaron en el último periodo de la colonia, alrededor de 1790 y hasta mediados del siglo XIX.
 

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