Viernes, 26 de Abril 2024

Los Toriles, un cercano y bello sitio arqueológico

El nombre de “Los Toriles” le viene de los potreros ganaderos donde se ‘descubrieron’ los antiguos vestigios de este impresionante rincón

Por: Pedro Fernández Somellera

Paredes circulares con calados cruceiformes en el templo de Exécatl dios del viento. EL INFORMADOR/ P. Somellera

Paredes circulares con calados cruceiformes en el templo de Exécatl dios del viento. EL INFORMADOR/ P. Somellera

Estoy seguro de que si detienen un poco su veloz carrera por llegar a Puerto Vallarta o a Tepic, se  sorprenderán de encontrar en Ixtlán del Río -a menos de un par de horas de Guadalajara- un admirable y bien cuidado sitio arqueológico de la época de la “Tradición Teuchitlán” y de las  “Tumbas de Tiro” en donde, muy bien vale la pena invertir por lo menos una buena hora, para tratar de comprender la magnitud y la categoría de las sociedades que habitaron nuestras tierras, antes de la despiadada conquista española.

El nombre de “Los Toriles” le viene de los potreros ganaderos donde se ‘descubrieron’ los antiguos vestigios.
“Tradición Teuchitlán” se le llama al conjunto de usanzas, clases y costumbres que reinaban en la región (Guachimontones incluidos).

“Tumbas de Tiro” son las excavaciones verticales y profundas  (200a.C al 600d.C) muchas veces con antecámaras excavadas al fondo y a los lados, que eran usadas para enterrar a los difuntos; sustantivo-calificativo que ha servido para caracterizar a toda una región en donde este uso se tenía por ‘el costumbre’.
 Calmadamente, al haber transcurrido casi un par de horas por la carretera de cuota, habrá que ir con mucho cuidado, porque la desviación a Ixtlán se encuentra a mano derecha, acompañada de la figura de una pirámide que llama la atención para el sitio arqueológico.

Habrá que bajar por ahí hasta a Ixtlán; una bonita y antigua ciudad de ancestrales tradiciones prehispánicas; importante centro de comercio y de reunión para quienes transitaban norte-sur por nuestras tierras. Muy reconocida por la fabricación de navajas, puntas de flecha y artículos fabricados con el admirable vidrio volcánico de la obsidiana; de hecho, de ahí es de donde se presume que viene su nombre: “Iz-tli” obsidiana, y “Tlan” lugar de… “Ix-tlán”.

Ahí en Ixtlán, sin opción alguna, tendrán que detenerse a saborear las deliciosas nieves de garrafa del portal; y ya que se refresque la panza y el mareo desaparezca, habrá que retroceder unos cuantos kilómetros (2 ó 3) en dirección a Guadalajara por la carretera libre, para ahí encontrar el interesante y bien cuidado sitio arqueológico que, desde los albores del siglo XVI  era ya muy conocido, tanto por conquistadores como conquistados, como un sitio de gran valía arquitectónica, administrativa y cultural. Ahora, abierto desde el año de 1947, afortunadamente se encuentra cuidadosamente conservado hasta la fecha.

Un guardia y educados guías, harán de la visita un momento más que agradable, y culturalmente enriquecedor explorando nuestra historia. Pero… de lo que guías, guardias y nativos ‘sabedores’ les platiquen, habrá que creerles (como todo en la historia) la mitad de lo que se diga, y el resto “prenderlo con alfileres”, pero habrá que tener cuidado, ya que en estas “prendidas” se puede encontrar más verdad que en las historias que son comúnmente conocidas. Recomendación muy acertada de los que saben es, que en los avatares de la historia hay que caminar de puntitas, en silencio, y con las orejas bien paradas, tratando de discernir las verdades que se pueden encontrar entre las verdades de la verdad.

Uno de los pocos edificios circulares que existen en Mesoamérica, bien conservado y restaurado, será quien nos recibe elegante y altivo, luciendo sus singulares y extraños tragaluces en forma de cruces caladas en las paredes del edificio, formando agradable conjunto con las escalinatas que alguna vez estuvieron adornadas con alfardas y pasamanos con vestigios de caracoles labrados en ellas. Supuestamente este edificio estaba dedicado a Ehecatl, el “Dios Viejo-Dios del Viento”.

Dato curioso es que una de las pocas figuras más vivas y gráficas de Ehecatl, que está dibujada en todo su esplendor en una vasija de cerámica en donde se le representa, una vez en “tiempo de aguas”, florido y próspero, seguido por otra figura en “tiempo de secas”, austero y frugal… se encuentra nada menos que en uno de los museos de arqueología de la ciudad de Nueva York. (¿?)

Más delante, caminando por el sitio, ya  encontrarán un par de bien proporcionadas plazas limitadas por los vestigios de edificios rectangulares que hubieron sido construidos siguiendo los desniveles del terreno del conjunto. Petroglifos y gravados los encontraran labrados decorando algunas de las paredes. Llama la atención notar que las cómodas proporciones de los escalones (30 ó 40 centímetros de huella por 15 de peralte) tan diferentes a los edificios prehispánicos que estamos acostumbrados, nos  darán una idea de la sofisticada arquitectura de este admirable hito histórico que formaba  parte de la “Ruta del Cobre” que corría por las costas del Pacífico; además del hecho de haber sido un conocido punto de encuentro y de comercio entre las regiones -tan ninguneadas por los arqueólogos centralistas- de la mesoamérica norteña.

Todo esto lo encontrarán con solo desviarse un poco de la vehemente ruta prefijada a PVR, para “perder” solo una hora atesorando un poco de la sorprendente historia mexicana.

YR

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