Viernes, 26 de Abril 2024

Las dos almas de AMLO

La heterogeneidad ideológica de los grupos políticos cercanos a López Obrador presagia una disputa por definir el perfil de un eventual Gobierno

Por: Enrique Toussaint

Para nadie es una sorpresa que López Obrador tiene pie y medio en Los Pinos. ESPECIAL

Para nadie es una sorpresa que López Obrador tiene pie y medio en Los Pinos. ESPECIAL

Alfonso Romo, Tatiana Clouthier y Esteban Moctezuma, los moderados. Paco Ignacio Taibo, John Ackerman o Yeidckol Polevnsky, los duros. Olga Sánchez Cordero, reconocida ministra de izquierda, por un lado, y el Partido Encuentro Social, el representante más visible de la ultraderecha, por el otro. La ortodoxia y la heterodoxia económica frente a frente. Conservadores y liberales que comparten estrado. La izquierda y la derecha abrazando un proyecto. ¿Es posible gobernar así? ¿Es fruto de la inconsistencia ideológica de Andrés Manuel López Obrador o símbolo de su pluralismo? ¿Cómo debemos entender un hipotético Gobierno de López Obrador con tantos mensajes que lucen contradictorios?

El México posrevolucionario nunca estuvo marcado por un debate ideológico coherente. El partidazo nos heredó, en palabras de Guillermo O´Donnell o Juan Linz, una “mentalidad”. Como cualquier sistema autoritario, el viejo régimen nunca tuvo cimientos ideológicos. El PRI siempre buscó la hegemonía: conservador, de mano dura, proteccionista, con una narrativa izquierdista, pero usaba el poder con la mano derecha. Era tan maleable ideológicamente que el partido tomaba las coordenadas del ocupante de la Presidencia. Podía ser Echeverría, López Portillo o Ruiz Cortines. El sistema se mimetizaba con las características del Ejecutivo. 

La transición nos dejó un supuesto arreglo ideológico (el PRD, a la izquierda, el PAN a la derecha y el PRI en el centro), pero sumamente escurridizo. Quitando temas morales como el aborto o la universalización del matrimonio, en el resto de los nichos ideológicos siempre existió una movilidad inexplicable. El PRD podía abrazar el TLCAN -como ha pasado- mientras que el PAN podía volverse proteccionista y soberanista-con Felipe Calderón. Y el PRI podía hacer una cosa en Jalisco y promover la contraria en la Ciudad de México. Es innegable: más que un sistema estructurado por ideologías, el modelo de partidos en México siempre respondió al pragmatismo y a los intereses de sus élites.

Ahora, con el derrumbe de los partidos tradicionales, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) aparece como el imán de un nuevo partido que aspira a la hegemonía política. No hay origen vedado en Morena, no hay corriente ideológica incompatible. La figura de Andrés Manuel López Obrador sirve de pegamento e imán de los distintos. La coalición misma de partidos, Morena -izquierda nacionalista-, Encuentro Social -la ultraderecha- y el Partido del Trabajo -el socialismo clásico- nos da una imagen de las contradicciones y las diferencias que quiere remediar el candidato puntero en las encuestas. Y todas se aglutinan en el alma binaria del lopezobradorismo: calle o instituciones; ruptura o reforma; sacudir o apaciguar; estabilidad o transformación. Son dos almas que tarde o temprano, cuando la campaña sea historia, entrarán inevitablemente en disputa.

¿Qué grupo interno se verá favorecido en un eventual Gobierno de López Obrador? ¿Quién llevará la voz cantante? ¿Los moderados o los radicales? ¿La ortodoxia o el rupturismo?

Me parece que los primeros y eso desatará aplausos en un sector, pero también significará desgaste en otros. Los mercados financieros, la bolsa y los inversionistas, han ido asumiendo que la senda de López Obrador en materia de política económica será mayoritariamente continuista. El adelanto de Carlos Urzúa como posible secretario de Hacienda, y la inclusión de asesores económicos como Gerardo Esquivel, pueden esbozar un proyecto con algo más de inversión pública, pero que no minimiza la importancia de mantener el déficit en niveles manejables y que tampoco supone una borrachera de endeudamiento. Esto ha provocado que, en términos generales, los mercados no hayan prendido las alarmas frente a lo que puede significar López Obrador. De la misma forma, en una operación cicatriz y diálogo, Alfonso Romo ha buscado tranquilizar a la cúpula del empresariado nacional. Incluso, si uno revisa el Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024, es imposible encontrar visos de radicalidad. Propone incrementar el salario mínimo 17% por año, de forma escalonada, hasta duplicar la actual cifra. Mantener bajos los precios de las gasolinas; no propone nuevos impuestos, y descarta endeudamiento. Bastante ortodoxo.
El resto del gabinete envía mensajes similares de moderación: Olga Sánchez en Gobernación; Héctor Vasconcelos a la Cancillería; Graciela Márquez a Economía; Esteban Moctezuma a Educación. Tal vez, los perfiles más ideológicos son los de Luisa María Alcalde a la cartera de Trabajo y Rocío Nahle a Energía. Pero en términos generales, el gabinete presentado por el tabasqueño es de centro-izquierda. Y en el gabinete económico, tanto Urzúa como Márquez son egresados de universidades de los Estados Unidos y no se caracterizan por adoptar posturas muy alejadas de la ortodoxia liberal.

El problema al que se enfrenta López Obrador es la crisis de expectativas. El margen de maniobra que tiene el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México es muy limitado. Por un lado, si rompe con la ortodoxia prometida y desoye a sus principales cuadros del gabinete, la reacción de los mercados y de los intereses económicos será furibunda. No me queda la menor duda, Si López Obrador se mueve un ápice de la senda de estabilidad y ortodoxia económica, el ataque será despiadado contra él y contra su proyecto. Sin embargo, si López Obrador abraza el gatopardismo, cambiando lo simbólico y estético pero dejando vivo y coleando lo verdaderamente importante, la ruptura de su proyecto es una hipótesis más que posible. La calle se lo reclamará. Como combinar estabilidad y ruptura, lo que le piden los mercados y lo que su base le exige. Tal vez el modelo más acabado de esta apuesta fue el lulismo, el primer lustro de Luis Inacio Da Silva, al frente del Ejecutivo brasileño. Empero, es una labor de equilibrismo que presagia pocas posibilidades de éxito.

Para nadie es una sorpresa que López Obrador tiene pie y medio en Los Pinos. La candidatura de Anaya no levanta y Meade sigue empeñado en sacrificarse para que el PRI pueda rescatar algo de lo perdido. Frente a esta ventaja, López Obrador tendrá que definir adecuadamente cuál de sus almas será la más influyente en las primeras decisiones de Gobierno.

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