Martes, 23 de Abril 2024

Jesús el hijo de Dios, manifiesta su debilidad

Uno de los acontecimientos más importantes en el año litúrgico es la solemnidad de la Transfiguración del Señor

Por: El Informador

El pan de vida, Jesús, está destinado a estos hombres nuevos apegados a la justicia y la verdad. ESPECIAL

El pan de vida, Jesús, está destinado a estos hombres nuevos apegados a la justicia y la verdad. ESPECIAL

• Decimoctavo domingo ordinario
• Dinámica pastoral UNIVA

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Éxodo 16, 2-4. 12-15

“Por la tarde comerán carne y por la mañana se hartarán de pan, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios”.

EVANGELIO
San Juan 6, 24-35

“Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

SEGUNDA LECTURA
San Pablo a los efesios 4, 17. 20-24

“Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad”.

Más importante en el año litúrgico es la solemnidad de la Transfiguración del Señor. El acontecimiento invita a la contemplación. San Ignacio de Loyola indica el camino: “Ver a las personas; oír lo que dicen, reflexionar sobre lo que hacen, para sacar provecho espiritual”. Que el pueblo creyente se acerque con espíritu de fe al texto sagrado, la narración que hacen los sinópticos y que este año presenta San Marcos.

La Transfiguración aconteció en un monte elevado. Existen tradiciones muy antiguas, que se remontan a San Cirilo de Jerusalén (315-387) y a San Jerónimo (331-419), que señalan al monte Tabor como el lugar de la Transfiguración. Es una montaña de 562 metros de altura, en forma de cono, que se levanta aislada en el extremo oriental de la llanura de Esdrelón.

En otras cumbres ocurrieron la proclamación de la Nueva Alianza, el Sermón de la Montaña, las Ocho Bienaventuranzas, y en la cumbre del monte Calvario Jesús ofrendó su vida para redimir a todo el género humano.

La vida del cristiano es una continua ascensión hasta llegar al encuentro con Dios, su principio, su Creador el cristiano no va en descenso hacia la tumba, va cada día más arriba, y la santidad es la aventura de subir.

San Juan de la Cruz, de profunda espiritualidad y elevada inspiración poética, ha dejado para la humanidad su: Cántico Espiritual. Éste es un poema en treinta y nueve estrofas, con su correspondiente aclaración en prosa en cada estrofa. Es la cúspide doctrinal y literaria de la obra de este poeta, el de mayor altura en el Renacimiento Español del siglo XVI.

Para escalar y llegar a la cumbre del monte Carmelo, San Juan de la Cruz pone tres etapas, a las que él llama vías: la vía purgativa, que es despojarse de todo lo que impida subir. Los caminos anchos y cómodos: dinero, poder, gozos, gustos, llevan hacia abajo. Para subir, San Juan de la Cruz pone una condición: desnudez y pobreza de espíritu.

Luego sigue la vía iluminativa, para que el caminante no se deje engañar por otras luces, falsas, fugaces, y sólo sea guiado por Cristo. Y en la cumbre la vía unitiva, la unión del alma con Cristo, gloria y alegría.

Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan. San Jerónimo comenta: “Jesús no invitó a ninguno de los escribas y fariseos, que siempre le exigían una señal del cielo sino que llamó a los apóstoles, y para confirmarlos en la fe, hizo que apareciesen Moisés y Elías”.

Pedro había sido cabeza de la Iglesia, piedra fundamental para gobernar y formar en la fe; Santiago, llamado a ser el primero en dar con su sangre, su martirio, el testimonio de su fe en Cristo crucificado; y Juan, quien gozaba de la estima del Maestro, dejaría en sus escritos los más profundos mensajes del pensamiento de Jesús.

Moisés y Elías. Jesús es el centro de la historia de la salvación y autor de la Nueva Alianza, y la presencia de Elías y de Moisés es instantánea aparición de testigos del pasado. Allí están en uno, todos los profetas llamados y enviados por Dios en el Antiguo Testamento para mantener viva la fe en el único Dios, creador de todo lo visible y lo invisible, y animar al pueblo escogido en la esperanza de un enviado, el Mesías que había de llegar, y con él la libertad, la salvación. Y también Moisés, caudillo y guía, imagen de Cristo, depositario y transmisor de la ley de Dios, fundador y defensor de la antigua Alianza.

La nube, la voz. Se formó entonces una nube que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía. “Éste es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!”. La nube es un fenómeno meteorológico que posee cierto misterio: oculta y revela a la vez. Aquí en la cumbre, es la presencia del Espíritu de Dios.

Por José Rosario Ramírez M.

Hartos de pan

“Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse”. En el pasaje evangélico, Cristo reprocha a la multitud que le sigue, irónicamente, por estar saciada y creer que ya no tienen hambre, o mejor dicho, porque han encontrado en Jesús un remedio fácil y cómodo para no seguir teniendo hambre, y peor aún, no tener necesidad de hacer más que estar cerca de Jesús, ya que él les multiplicara los panes y les dará de comer hasta saciarse, hartándose así de pan y no tener hambre de nada más, desnutridos de todo, razón por la cual les encara y les dice, ustedes me buscan porque han comido hasta saciarse.

La culpa que les echa en cara es la de la saciedad, de no desear otra cosa, de no pedir suficiente, de contentarse con aquel pan y, por consiguiente, limitarse a hacerlo rey para resolver solamente el problema económico y realizar sueños pasajeros.

La multitud no ha podido comprender lo que Jesús quiere provocar, llenar sus estómagos para que se percataran del hambre más profunda que se puede tener aun sin saberlo, saciando su hambre quiere encender en ellos un hambre mayor.

Por eso les recrimina diciendo: “No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre”.

“Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”. El seguidor de Cristo no puede, de ninguna manera, ser un conformista un habituado un inamovible, el apego a Cristo es movimiento constante, es en una palabra: esperanza, es el hombre nuevo del que nos habla san Pablo en la segunda lectura.

Y el pan de vida, Jesús, está destinado a estos hombres nuevos, a quien tiene la mentalidad de Cristo, apegado a la justicia y la verdad, al que se deja mover por el Espíritu y se convierte no en un bautizado con comprobante, sino en un misionero itinerante en el diario vivir, no conformándose con vivir como viven los demás, y quien así vive, necesita todos los días un alimento siempre nuevo y renovante, el pan de la vida, Jesús.

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