Jueves, 25 de Abril 2024

El milagro de la multiplicación de los panes

Con el milagro relatado en el Evangelio de hoy, el Señor pone de manifiesto el poder teándrico de Cristo

Por: El Informador

Los panes y los peces no sacian, lo que verdaderamente termina por satisfacer es saber llevar a Cristo. ESPECIAL

Los panes y los peces no sacian, lo que verdaderamente termina por satisfacer es saber llevar a Cristo. ESPECIAL

• Decimoséptimo domingo ordinario
• Dinámica pastoral UNIVA

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Segundo libro de los Reyes 4, 42-44

“Eliseo insistió: Dale los panes a la gente para que coman, porque esto dice el Señor: Comerán todos y sobrará”.

SEGUNDA LECTURA
San Pablo a los efesios 4, 1-6

“Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente; esfuércense en mantenerse unidos en el Espíritu con el vínculo de la paz”.

EVANGELIO
San Juan 6, 1-15

“Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero ¿qué es eso para tanta gente?”

Desde este domingo decimoséptimo ordinario del año y otros cuatro domingos más, la liturgia ofrece como tema de reflexión y motivación el capítulo sexto de San Juan.

Con el tema que San Juan expone con profundidad, se pretende una compenetración más intensa de la persona de Cristo -un “conocimiento interno”, como dijera San Ignacio de Loyola-, y juntamente del misterio pascual de Cristo en la Iglesia.

Con el milagro de la multiplicación de los panes, el Señor pone de manifiesto el poder teándrico de Cristo. Él, y sólo Él, fue capaz de un milagro que alcanzaría, que favorecería, no a unas cuantas personas, sino a una multitud de más de cinco mil. Allí manifestó un poder sobrehumano; allí se manifestó la presencia de Dios en medio de ellos, con su poder y su amor.

Es el señorío mesiánico trascendente, es la presencia clave del Mesías esperado.

Mas este milagro tiene un signo: promover la fe. Manifiesta su poder, actúa por cuenta propia, su sola bendición basta para que haya panes para todos; pero no solamente pretende mostrar su poder, sino que manifiesta su entero amor: siente compasión, le duele que vuelvan a sus casas con el estómago vacío, ellos que habían acudido desde lejos a verlo y escucharlo y llevaban horas y horas en su compañía.

Es un signo, porque en la vida de Cristo y en su Iglesia, también acudirán en los siglos futuros otras multitudes y les regalará siempre el pan del milagro: la Santa Eucaristía. Porque este milagro es el preludio del gran acontecimiento que se realizará la noche del jueves, la cena del Señor.

Los tres evangelios sinópticos: Mateo (14, 15-21), Marcos 6, 35-46, Lucas 22, 14-15), narran cómo Cristo lavó los pies a sus discípulos y celebró con ellos la Pascua judía, con el cordero macho de un año y sin mancha, asado y acompañado con vino de la vid, pan sin levadura y hierbas amargas. Y después la Pascua cristiana, allí en tomo a la misma mesa.

San Juan ya no narra la institución, por ser conocida por todos en su tiempo, pero sí se extiende en presentar con más detalles la preparación del Misterio Eucarístico, que fue el milagro de la multiplicación de los panes en todo el capítulo sexto, del que en este domingo solamente se toman quince versículos y se puede disponer la acción en cuatro tiempos.

Primero: (lntroducción) Jesús atravesó el Mar de Galilea, llamado también Tiberiades. Lo seguía una gran multitud que atentamente observaba los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó con sus discípulos. Se aproximaba la Pascua, la fiesta de los judíos.

Preámbulo y comienzo de la acción: “Al levantar, los ojos, Jesús vio que una gran multitud se acercaba a Él, y le preguntó a Felipe: ‘¿Dónde compraremos pan para darles de comer?’”. Esta pregunta es para dejar en claro las limitaciones de los humanos.

“Él bien sabía lo que iba a hacer”. Andrés le dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”. Allí estaba la materia para el milagro. Eso bastaba.

El pan es alimento esencial. No tener pan es estar expuesto a morir. El pan, por tanto, significa vida. Con ese milagro, Cristo prepara a la humanidad para recibir el pan -que es Él- que da la vida, que es vida.

Efectos del milagro: La gente decía : “Éste es el verdadero profeta que había de venir al mundo”. Entonces Jesús, dándose cuenta de que iban a apoderarse de Él para coronarlo rey, prefirió retirarse; Las esperanzas del pueblo de Israel en el Mesías esperado, eran siempre materiales.  Ven el milagro, pero no lo entienden. Desconocen la auténtica misión del Hijo de Dios, que es llevar a los hombres a la verdadera felicidad: la salvación eterna.

José Rosario Ramírez M.

¿Tú qué propones?

El pasaje de la multiplicación de los panes, más que una manifestación milagrosa de parte de Jesús, es una provocación al más puro estilo de Cristo, ¿tú qué estás dispuesto hacer? Con su pregunta: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?”

Como el texto lo menciona, él sabía perfectamente lo que tenía que hacer, pero los involucra, los obliga a enfrentarse a los problemas, pero lo más importante, a proponer soluciones, no obstante lo difícil del reto, y lo corto de lo que se propone. La intención es que no se replieguen en ellos mismos, los pone en una actitud de salida, búsqueda.

Los empuja, a los apóstoles, a que no se encierren en los problemas o circunstancias de su grupo, que sean capaces de ver el resto, existe una situación externa que la comunidad ha de afrontar, la multitud tiene hambre.

La Iglesia si quiere comportarse conforme a los lineamientos de su fundador, no puede agotarse en discusiones sólo de su estructura y sus necesidades, nos debemos responsabilizar en nuestra relación con el otro, la pregunta de Jesús, hoy nos lleva a examinarnos: ¿quiénes somos y qué debemos hacer por los demás?

La Iglesia se encuentra, cuando deja de replegarse en sí y sale al encuentro del otro, y ofrece lo que es y tiene a los demás, no importando que sólo sean cinco panes y dos peces, porque la maravilla está en que esa acción, permite que se dé entonces Cristo, que es y será siempre nuestro gran tesoro. Los panes y los peces, son sólo un pretexto que nos ayuda a reconocernos en el otro, y ser uno con él. Los panes y los peces no sacian, lo que verdaderamente termina por satisfacer es saber llevar a Cristo.

El joven que supo vencer su miedo y confiado, se atrevió a decir que él tenía cinco panes y dos pescados, no perdió su bastimento, ganó en aquello que sólo puede dar la caridad ejercida, vio el milagro que favoreció su desprendimiento, sació a una multitud, multiplicó los alimentos y públicamente permitió se manifestara Jesús, como Dios y Señor.

Responder como Andrés ante la propuesta del joven, ¿qué es eso para tanta gente?, es seguir replegándonos en nosotros mismo. Es tiempo, y siempre lo ha sido, de ejercer una Iglesia en salida, y dejar que Cristo haga el resto, multiplicando lo poco que hemos podido ofrecer.

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