Viernes, 19 de Abril 2024

Ante la ausencia moral en la política

Rogelio Guedea presentó su libro "El arte de gobernar: Manual del buen gobierno", donde reflexiona sobre los problemas de la vida política mexicana

Por: Jorge Pérez

Qué mejor sitio para presentar un libro sobre política que el patio central del Palacio Municipal, sede del Ayuntamiento de Guadalajara. CORTESÍA /

Qué mejor sitio para presentar un libro sobre política que el patio central del Palacio Municipal, sede del Ayuntamiento de Guadalajara. CORTESÍA /

El escritor colimense Rogelio Guedea visitó la capital de Jalisco para presentar su libro “El arte de gobernar: manual del buen gobierno” (publicado por la editorial española Almuzara), dentro de la Feria Municipal del Libro de Guadalajara.

Qué mejor sitio para presentar un libro sobre política que el patio central del Palacio Municipal, sede del Ayuntamiento de Guadalajara. El poeta, ensayista, columnista y narrador fusiona dos de esas facetas en esta publicación de 2017: son ensayos breves, en un formato similar al de las columnas. A pesar de ser un libro de política no es el típico libro de coyuntura: es un libro basado en las raíces de la política, en las reflexiones de pensadores, filósofos, historiadores y ensayistas. Dividido en dos secciones con capítulos breves, en la primera parte ensaya sobre las ideas, en ocasiones con ejemplos contemporáneos, para más tarde centrarse en los personajes y sus postulados fundamentales. Mientras que, el tono del libro es el de la divulgación, con el fin de acercar al lector común al tema.

Con el formato de charla pública, platicamos con Rogelio. De sus objetivos al publicar “El arte de gobernar”, nos contó: “Escribí este libro porque viví once años fuera de México, en Nueva Zelanda. Sin conocer mucho del país previamente, tuve la suerte de entrar y conocer a fondo la sociedad y la cultura neozelandesa. Me quedé gratamente sorprendido de ese sistema, de la cultura cívica. Era realmente como algo extraterrestre, viniendo de una cultura riquísima como la nuestra, donde el valor de la familia es importantísimo, pero donde (sin dejar de ser autocríticos) hay muchos fallos en muchos ámbitos y sectores de la sociedad. Principalmente lo vemos en los que dirigen al país, los gobernantes y el sistema político. Me di cuenta de que era necesaria e importantísima la educación”.

Por eso mismo, “El tema central es el tema ético, es fundamental para la gobernanza… A partir de allí exploré otras temáticas haciendo un homenaje a los grandes teóricos de la ciencia política… Me pareció importantísimo reflexionar qué había alejado a este sector de la moral. Me puse a leer a los filósofos de la teoría política para ver sus reflexiones sobre el tema e intentar comprender este fenómeno en México. Es una escisión clarísima entre el ejercicio político y la moral, la virtud que debería ser inmanente al ejercicio del poder”.

Uno de los problemas de la vida política mexicana es la impunidad: no es la falta de leyes, es la falta de apego a éstas: “La verdadera república era vivir en una sociedad manejada por las leyes, está en ‘La república’ de Cicerón. En el ‘Leviatán’ lo dice Hobbes: esas leyes son las que deben detener el deseo irrefrenable de los políticos. Pero ese deseo irrefrenable en una sociedad con el Estado de derecho roto produce impunidad y más corrupción. Los políticos saben que pueden tener cualquier tipo de excesos… y no pasa nada. En otras sociedades son motivos más que suficientes para su dimisión: en Nueva Zelanda un congresista que fue a Australia utilizó la tarjeta para sus viáticos para comprar una botella de vino tinto. Parecerá una exageración, pero descubrieron  que lo hizo con dinero público y dimitió. Nos parece exagerado ante los excesos que hemos visto. Por eso me parece importantísimo fortalecer el Estado de derecho, tanto para lo grande como para lo más simple, desde el trato con los vecinos”.

Moderación y educación

Otro tema vinculado a la moral es el de la templanza y la moderación, presente desde el epígrafe del libro: “Quien se controla a sí mismo no tendrá dificultad alguna para gobernar con eficacia”, dice Confucio. Rogelio pondera a la educación como una forma de aprehender esa mesura: “Es lo que nos mete en el tema de la sensibilidad, de los valores. Es lo único que nos pone esa alerta de la moderación. Eso nos hace pensar, ¿por qué queremos más de lo necesario para vivir? Si ya tengo una casa con tres habitaciones, ¿para qué quiero una con seis? Es el tipo de excesos que tienen los políticos, a veces llegan a ser desorbitados”.

Esos excesos son la consecuencia natural de la falta de educación moral: “La gran problemática de la clase política es el alejamiento con la moral. Es lo que ha hecho que nos alejemos de la civilidad, y nos acerquemos más al ámbito de lo barbárico, donde perdemos todo tipo de virtudes (las morales, incluso las cívicas). Perdemos la sensibilidad, como sucedió en Jalisco… lo vi en redes sociales con los estudiantes disueltos en ácido, llegué a ver memes sobre eso. Algo está sucediendo en nuestro tejido humano como sociedad mexicana”.

Los contrastes
Sin embargo, Rogelio también advierte un hálito de esperanza, un hilo que podemos jalar para salvarnos: “Contrastantemente, no perdemos la solidaridad, la unión familiar, la compasión. Es una sociedad mexicana tan contrastante: por un lado se nos cae de las manos y por otro hay cosas que nos dan esperanza. Por eso escribí este libro: para poder incidir con profesores, políticos, para poder aprovechar lo que nos queda, como dice Marco Antonio, ‘antes que se rompa el hilo que quedó’, para sacar al país adelante”.

Además de versar sobre el alejamiento de los políticos con la sociedad, en el libro también se hace referencia a la sociedad “apolítica” y a la participación ciudadana, indispensable en una buena democracia. Guedea lo escribe al referir a pensadores como Hannah Arendt y George Steiner: “Leí una larga entrevista con Steiner donde decía que se avergonzaba de no haber tenido más participación en el ágora, una participación política más visible. Se dedicó a leer y escribir, pero se dio cuenta de que pudo haber cambiado cosas con la fuerza de la palabra.

Decía que no quería ser un idiota: en su origen la palabra significa eso, los que le dan la espalda a la cosa pública, siendo indiferentes. ¿Por qué no participar si al final del día las decisiones que se toman van a influir en mi vida?”

A propósito de la palabra en la vida pública, Rogelio recordó a algunos poetas latinoamericanos con notable activismo, como Ernesto Cardenal, Juan Gelman, Nicanor Parra y Roque Dalton, y de quienes habla en su texto “El poeta y la revolución”, dentro del libro  “El arte de gobernar”.

JA

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