Jueves, 28 de Marzo 2024

Andaban como ovejas sin su pastor

La Palabra de Dios ofrece este domingo una larga y profunda enseñanza, no sólo para los creyentes, sino para todos los hombres del siglo XXI

Por: El Informador

Los ojos de Jesús, como buen Pastor, miraron a esa multitud numerosa y también ahora, como allá en su vida pública, se compadeció de ellos. ESPECIAL

Los ojos de Jesús, como buen Pastor, miraron a esa multitud numerosa y también ahora, como allá en su vida pública, se compadeció de ellos. ESPECIAL

• Decimosexto domingo ordinario
• Dinámica pastoral UNIVA

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Jeremías 23, 1-6

“Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas de todos los países a donde las había expulsado y las volveré a traer a sus pastos, para que ahí crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las apacienten”.

SEGUNDA LECTURA
San Pablo a los efesios 2, 13-18

“Ahora, unidos a Cristo Jesús, ustedes, que antes estaban lejos, están cerca, en virtud de la sangre de Cristo”.

EVANGELIO
San Marcos 6, 30-34

“Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”.

En el espacio de cinco versículos, del 30 al 34 del capítulo sexto del evangelio de San Marcos, la Palabra de Dios ofrece este domingo una larga y profunda enseñanza, no sólo para los creyentes, sino para todos los hombres del siglo XXI. El principio de la narración es el retorno feliz de los 12 discípulos, contentos, comunicativos, después de haber sido agentes de la misión de anunciar que Jesús, el de Nazaret, era el Mesías por siglos esperado, que ya estaba entre ellos por Él fundado. Esa fue la Buena Nueva que ellos proclamaron, y confirmaron su palabra con maravillas que obraron en el nombre de Dios.

Pero venían cansados, y el Señor los invitó a subir a la barca y les dijo: “Vengan solos a un lugar apartado para descansar un poco”

Toda vida humana se desenvuelve en el ritmo de extensión y comprensión; la dinámica de ir al exterior, y la otra para reflexión y quietud.

Así es el Señor: A ellos, a todos, enseñaba y enseña que para hacer el bien no basta la acción –que puede hacerse un vicio, un activismo enfermizo y hueco–, sino que hay que alternar el dar con el recibir. Que el silencio y la oración son imprescindibles en todo el apostolado; que el ministro del Señor ha de “volverse a sí mismo”; que ha de llenar su alma de fe y de amor, para ir de nuevo a comunicar a los demás sus propias vivencias interiores; y no hablar de labios hacia afuera, sino que de la boca salga lo que abunde en su interior.

Hay una expresión gráfica: Que no sean como el burro del aguador: cargado de agua y muriéndose de sed. Por esto los llevaba, para estar con ellos, a solas, en un apartado lugar.

Fueron muchos los testigos de la incansable actitud del Papa Juan Pablo II, quien tenía tiempo para los jóvenes, los adultos, los niños, los enfermos, los presos; en fin, para todos. Pero volvía luego para, en silencio, en oración, darle cuentas a Cristo, de quien era vicario –es decir, representante–, y pedir luz y fortaleza para volver, a su tiempo, de nuevo a la acción. Esto pocos lo sabían, pero de allí, de su cercanía con Cristo en esas horas de quietud, sacaba el vigor y la alegría para sus largas horas de acción.

Debemos tomar en cuenta el descanso como necesidad; se ha de educar al hombre en este arte de descansar. Abundan los obsesionados por la acción, por la actividad desordenada, con descuido propio, de su familia, de sus amigos, de su propia cultura; y lo más grave, con descuido de sus deberes religiosos. A esto le llaman la herejía del trabajo. Vivir para trabajar y no trabajar para vivir.

El ocio es el espacio de tiempo que el hombre, libre e inteligente, emplea en que lo gustosamente hace; no con el signo del deber, sino lo que le place hacer para su propio bien: descanso, cultura, deporte, atención a la familia, a los amigos y a sus propias aficiones lícitas.

Muchos confunden el ocio, que es un bien, con la ociosidad, que es lo opuesto al ocio, porque es desperdicio del tiempo en lo inútil y lo pernicioso. Bien dicen que “la ociosidad es la madre de todos los vicios”. Mas el ocio creativo ha sido la ocasión para los santos, los genios, los artistas y los hombres sensatos, de alcanzar un crecimiento propio y en beneficio para la humanidad.

En resumen: El buen empleo del tiempo libre se llama ocio. Y es ahora el tiempo oportuno de educarse para el ocio, en este siglo de prisas, de demasiados aparatos de televisión y de miles de ofertas de diversiones y espectáculos que llevan; no al aprovechamiento, sino a la pérdida del tiempo. Y éste es único y sagrado.

Sin duda los ojos de Jesús, como buen Pastor, miraron a esa multitud numerosa y también ahora, como allá en su vida pública, se compadeció de ellos.

José Rosario Ramírez M.

Un Dios ocupado en nosotros

Jeremías el profeta del Señor, el valiente pregonero de su palabra, sentencia directamente a los que ostentan el nombre de pastores sin serlo, diciendo: “¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño!”. El reclamo, justo, es porque no han hecho cuentas con el tesoro que se les ha confiado, el rebaño, el pueblo de Dios, al no ser propietarios del rebaño, sino administradores, deben rendir cuentas al legítimo señor de sus malas acciones, con lo cual ratifica así lo que el mismo Jeremías dice: “El Señor es nuestra justicia”.

Ante la falta de atención, de cuidado, de ocupación de los falsos pastores, o de los malos pastores, el remedio, y único, es el ocuparse de aquella realidad que antes había sido culpablemente desatendida, ya que no hay mayor mal para un pastor que la desatención de las personas.

A este respecto sería bueno y justo considerar que la condición de pastor no sólo es en el ámbito jerárquico, sin dejar de considerar que es este por antonomasia y en mayor responsabilidad, pero se es pastor también en la condición de padre o madre de familia cabezas de un hogar; responsables de un determinado grupo de empleados; la función pública que ejerce un servidor público como político, son estas también analogías del pastor, por consiguiente, es bueno que nos examinemos qué tanto nos hemos ocupado de lo que se nos ha confiado, de una manera especial en la atención a cada uno, ya que por excelencia la misión del pastor es apacentar las personas que se han puesto bajo su cuidado, atención y formación.

Una actividad sin descanso, un desenfreno por sólo hacer, puede ser una clara muestra del desinterés real por los demás, ocultos en todo para no ocuparnos verdaderamente de lo importante, las personas.

De lo que se tiene necesidad, real y verdaderamente, no es de las obras, sino de ti, como lo expresa una confesión arrepentida de un misionero, que en tierra de misión afanado en hacer cuanto creía necesitaban los demás, en la inauguración de una de estas obras, una señora con firmeza le reclamó diciendo: ¿Pero qué piensas? No tenemos necesidad de tus cosas. Métetelo bien en la cabeza: tenemos necesidad de ti. ¿Qué hacemos con todas estas obras, si tú nos faltas siempre?

Ante esta realidad y urgente necesidad del pastor, en todos sus niveles es que Jesús dice a sus apóstoles: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”.  Todos tenemos necesidad de descansar y estar con Él, así es como también nos enseña a estar con los demás, sin prisas ni presiones, para verdaderamente ocuparnos de quien nos tenemos que ocupar.

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