Viernes, 10 de Octubre 2025

Al encuentro con el Señor

El domingo es el día de la alabanza y del agradecimiento para que el hombre, libre de su tareas cotidianas, eleve a Dios su canto

Por: El Informador

Aparentemente, Cristo quebranta la ley del sábado. En realidad hace entender su espíritu, deja entrever sus implicaciones más profundas. ESPECIAL

Aparentemente, Cristo quebranta la ley del sábado. En realidad hace entender su espíritu, deja entrever sus implicaciones más profundas. ESPECIAL

• Noveno domingo ordinario
• Dinámica pastoral UNIVA

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Deuteronomio 5, 12-15

“Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allá el Señor, tu Dios, con mano fuerte y brazo poderoso”.

SEGUNDA LECTURA
Segunda carta de san Pablo a los corintios 4, 6-11

“Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios”.

EVANGELIO
San Marcos 2, 23–3, 6

“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Hospedado en un buen hotel en Jerusalén, la ciudad de David, el peregrino se elevó a lo sublime, a lo imponente, al recorrer los lugares sagrados con sencilla devoción y con mirada de fe.

También, en ocho semanas de su estancia allí, se cuidó de detalles y pequeñeces de la vida cotidiana, a veces de los peregrinos y otros de los que allí viven su vida.

Para sus ires y venires acostumbró valerse de servicios de taxis, allí vecinos del hotel. Advirtió que los viernes los taxistas musulmanes descansaban; los de religión judía no acudían lo sábados; los domingos muchos taxistas cristianos trabajaban, otro no.

Para los judíos, el “sabbat” es gozoso descanso de1 Creador. En las primeras páginas del Génesis encontramos que Dios trabajó en la creación y que Dios descansó; esto es, contempló que lo creado estaba “bien hecho” y se gozó en su obra.

El pueblo de la Antigua Alianza tomó ese último de los siete días como un “día bendecido”, como un día santificado “distinto”, separado de los demás para buscar a Dios.

Es el día de la alabanza y del agradecimiento para que el hombre, libre de su tareas cotidianas, eleve a Dios su canto haciéndole eco de toda la creación. Así lo ha entendido, con fervor, el pueblo de la Antigua Alianza.

Los fariseos, siempre enredados a la hora de interpretar las Sagradas Escrituras, llegaron a hacer insoportable no el espíritu de la ley -el espíritu vivifica-, sino la letra de la ley y la letra mata. Agregaron los fariseos una serie de preceptos humanos a la ley divina de “santificarás las fiestas”, hasta el grado de hacerlas odiosas y a veces muy difíciles.

Los discípulos de Cristo, al pasar por unos trigales, cortaron unas cuantas espigas, las restregaron entre sus manos y se llevaron lo granos a la boca. Eso para los fariseos fue motivo de escándalo. El Señor, para instruir a ellos y a nosotros, curó a un paralítico en sábado y así nos dio a entender el sentido profundo del Día del Señor.

Nosotros, los de la Nueva Alianza, celebramos ya no el sábado, sino el domingo, el “Día del Señor”. Es el Día del Señor Resucitado. “Celebramos el domingo por la venerable resurrección de nuestro Señor Jesucristo, no sólo en Pascua, sino cada semana”, así escribía, a principios del siglo V, el Papa lnocencio I.

El domingo es tradición ininterrumpidamente universal porque resucitó el Señor en domingo; porque en domingo apareció a sus apóstoles y les dio el poder de perdonar los pecados, y porque en domingo se cumplió la promesa de Cristo y el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles reunidos en oración. Es el domingo el día sagrado del pueblo de la Nueva Alianza.

En domingo, Pedro y lo demás apóstoles iniciaron valientemente el anuncio de Cristo resucitado.

Día de Cristo, por la profunda relación del domingo con la resurrección del Señor. Día de la Iglesia, porque no basta que los discípulos de Cristo oren individualmente, en lo recóndito de su corazón... No han sido salvados sólo a título personal, sino como miembros del cuerpo místico... Por eso es importante que reúnan, para expresar así plenamente la identidad misma de la Iglesia.

En la asamblea dominical, como en cada celebración eucarística, el encuentro con el Resucitado se realiza mediante la participación en la doble mesa de la Palabra y del Pan de Vida. Así la misa del domingo es banquete pascual y encuentro fraterno. Cristo entregó a la Iglesia este sacrificio, para que los fieles participen en él tanto espiritualmente por la fe y la caridad, como sacramentalmente por el banquete de la sagrada comunión.

Por eso desde los primeros siglos, los pastores no han dejado de recordar a los fieles la necesidad de participar en la asamblea litúrgica.

Día del hombre. “El primer día de la semana, estad todos alegres”. La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha legislado sobre el descanso dominical.

Día de los días. Ahora que la prisa y el ruido nos invaden, la paz del domingo nos revela el verdadero sentido del tiempo y de nuestra condición de peregrinos en el tiempo.

José Rosario Ramírez M.

El valor del encuentro

La Palabra de Dios, cuando se sofoca bajo un cúmulo de prescripciones minuciosas, preceptos puntillosos, sanciones, amenazas, se oscurece, y no consigue ya manifestar la intención gozosa del Señor y del para que nos fue comunicada su palabra, el famoso: “el sábado para el hombre y no el hombre sacrificado a la ley del sábado”.

Por suerte Cristo restablece el sentido del mandamiento de Dios. Pone las cosas en su sitio. Mejor, pone al hombre en su lugar, o sea, en el centro, Jesucristo con caridad, arranca de la prisión de los juristas, de los que se fijan en la norma y se olvidan del hombre, no solo a los que estuvieron presentes en el pasaje evangélico que hoy se nos narra, sino, incluso a los que habríamos de venir, ese es el compromiso que debemos continuar. El hombre restituido a si dignidad de criatura, objeto de amor y de misericordia por parte de Dios.

Aparentemente, Cristo quebranta la ley del sábado. En realidad hace entender su espíritu, deja entrever sus implicaciones más profundas. La gloria de Dios no está en competencia con el bien del hombre. Dios no acepta aquello que se tiene la pretensión de asignarle mortificando al hombre, aplastándolo, borrándolo.

Dios es glorificado cuando se hace justicia a una criatura, cuando se le restituye su dignidad, se le da amor, atención, esperanza, salud. Los intereses de Dios coinciden con el bien de sus hijos. Cristo, con su gesto provocativo, que le merece ya desde ahora la condena a muerte, demuestra que el sábado, además de liberación, es esencialmente celebración de la misericordia de Dios, de su amor hacia los hombres.

Si el sábado presenta el rostro de un Dios enojado, severo, que reivindica todo para sí, quiere decir  que jamás hemos escuchado, o al menos entendido, aquella palabra.

Hay una observancia del sábado, que luego es el domingo para nosotros los cristianos, sólo cuando la fiesta se hace signo, trasparencia del don de Dios, de su bondad, de su salvación, de su voluntad, de alegría y de vida, de la comunión entre nosotros.

El sábado, que es hoy nuestro domingo, no es el peligro de lo que no debo hacer, sino con quien me debo encontrar, es dejar, si muchas cosas de lo cotidiano, para encontrarme y relacionarme con la trascendente.

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