Lunes, 06 de Mayo 2024

En manos de la mafia

La desprotección social es caldo de cultivo para que los narcos lucren con la pobreza de las familias
 

Por: Enrique Toussaint

EL INFORMADOR/E. Victoria

EL INFORMADOR/E. Victoria

Las imágenes son desoladoras: un grupo de hombres armados, en pleno Centro Cultural de la Colonia Constitución, reparten despensas a decenas de personas que se forman como si se tratara de un trámite de Gobierno. Lo mismo sucede en Puerto Vallarta: el narcotráfico muestra su “cara buena y solidaria” repartiendo productos básicos a familias que viven en zonas pauperizadas de la Costa de Jalisco. Es el narco sustituyendo al Estado. Es la mafia “blanqueando” sus innombrables crímenes ante autoridades rebasadas e incapaces.

México es un país con más de 50 millones de pobres. A veces se nos olvida. Un país en donde franjas de gran riqueza coexisten con la pobreza más miserable. El capitalismo nos dijo que no había porque preocuparnos por la desigualdad. La competencia y la mano invisible del mercado terminarían haciendo justicia social a través del mérito. El Estado es ineficiente y corrupto, hay que borrarlo del mapa, nos decían. Así, todas las formas de protección social se fueron erosionando. Las funciones del Gobierno se fueron privatizando aceleradamente, y ahora la protección social la pagan los ricos y la clase media a través de seguros carísimos, mientras que los pobres, como dice López Obrador, sólo les queda la familia. 

Incluso, las clases medias se volvieron tan frágiles que cualquier turbulencia económica las arroja a la insolvencia. Los datos económicos que empieza a esbozar la crisis por el Coronavirus son muy duros. Se perderán cientos de miles de empleos, los salarios depreciándose rápidamente y muchísimos mexicanos caerán a la pobreza si no se hace algo ya. Veremos la destrucción de miles y miles de PYMES que emplean al grueso del capital laboral en México. ¿Y el Estado? Sufre de anemia, es incapaz de dar una respuesta a la altura del reto que tenemos. Municipios hacen lo que pueden poniendo aspirinas económicas al alcance de unos pocos. El Gobierno del Estado coloca créditos por mil millones de pesos, y la Federación planes que nunca llegarán a los más pobres. Los más desfavorecidos, aquellos que están pensando hoy qué comerán mañana, sólo tienen a la familia, los lazos comunitarios y, ese otro cínico personaje: el narco. El narcotráfico está aprovechando la crisis para disputarle la legitimidad social al Estado. Si en muchos territorios de nuestro país, los criminales mandan más que las autoridades y son, incluso, mejor vistos que los políticos, hoy encuentran un caldo de cultivo mucho más propicio para extender su base social.

El Presidente tiene una idea premoderna de la seguridad social. Apela permanentemente a las familias como esa red de protección social y bienestar en México. Para un mandatario que se asume de izquierda, eso debería ser más una preocupación que motivo de orgullo. Y no porque los integrantes de las familias no deban apoyarse entre sí, sino porque es el indicativo de la desaparición de la seguridad social. Del lazo solidario entre aquellos que más tienen y los que menos tienen. En un país que cree en el Estado de Bienestar, la solidaridad no es una limosna de los ricos a los pobres, no es un “paro” entre primos o hermanos, sino la posibilidad de crear una red que proteja al más vulnerable con los impuestos de todos. ¿De qué desafíos estuviéramos hablando en México si tuviéramos seguro de desempleo como en países desarrollados? ¿Qué hubiera pasado si tuviéramos una renta básica para apoyar a aquellos que están por debajo de la línea de bienestar? ¿Cómo sería nuestro país si la red de hospitales públicos estuviera en buenas condiciones? ¿Cómo estaríamos atacando a la pandemia si la seguridad social fuera universal? 

La familia es el último de nuestros recursos y cuando la familia no puede, ahí está el narcotráfico.

No sólo está pasando en México, un largo reportaje en El País ilustra la capacidad que está teniendo la mafia en el Sur de Italia para apoyar a los más desfavorecidos durante la crisis por el COVID-19.

De parte de los grupos delictivos existe toda una apuesta propagandística para venderse ante la opinión pública como los salvadores frente al Estado ineficaz y corrupto. Hay producciones, que se mueven en las redes sociales como un video en Tecalitlán, en donde el crimen organizado desafía abierta y alegremente a las autoridades. Festeja su cinismo. La calidad de la producción sólo te habla de la importancia que el narcotráfico le está dando a comunicar en redes sociales y a través de plataformas digitales. El crimen se organiza y planta cara al Estado no sólo en la comercialización de drogas, sino también en el control del territorio y la relación con la ciudadanía.

Es una disputa sobre el territorio, pero también es una disputa simbólica.

El presidente ha dicho que la pobreza es la razón por la que tantos y tantos jóvenes optan por engrosar las filas del narco. Por supuesto que es gran parte de la explicación. Es el abandono del Estado. Y aunque las transferencias monetarias son un piso mínimo de ingreso para adultos de la tercera edad y jóvenes, sólo se puede derrotar a los narcos con Estado de Derecho y estado de bienestar. Cuando hay hambre, importa poco el debate sobre la legalidad y la ilegalidad. Los estados de bienestar parten de la base de que la ciudadanía tiene derecho a vivir con niveles mínimos de dignidad. Qué hay derechos que no deberían ser mercancías: la salud, la educación, una pensión. Y, para ello, hay que construir instituciones (de salud, educativas, de protección social), no concebir al Estado como un cajero automático que sólo reparte dinero en efectivo.

En 2017, Parametría levantó una encuesta para conocer qué opinaba la ciudadanía sobre el narcotráfico. Los resultados no son sorprendentes, pero sí ilustrativos: los mexicanos creemos que los capos tienen más poder que el jefe del Estado. Y más del 30% de los mexicanos considera que el narcotráfico hace el bien en sus comunidades y que, si no fuera por la violencia, su Estado de la República se vería beneficiado por las actividades de los narcos. A veces parece que, en una parte de la ciudadanía, son más criticables los políticos o los empresarios, que el crimen organizado y el narcotráfico. La falta de legitimidad del Estado ha provocado que se introduzcan mensajes que buscan normalizar los horrores que provoca el narco. A todo eso hay que añadirle la cultura que legitima al narco: la música, las series, las películas. Existe una construcción mítica del narco que ni medios de comunicación ni Gobierno hemos podido destruir.

El narcotráfico, y la pésima política prohibicionista de drogas, ha dejado sangre, dolor y tragedia en México. Para romper los lazos sociales que ha construido el narcotráfico, es necesario que el Estado aparezca. En muchas ocasiones, esa familia que tanto realza el Presidente sólo es un reproductor de la legitimidad misma que quiere construir el crimen organizado. Necesitamos más Estado en forma de derechos y oportunidades. No más burocracia inservible, sino capacidad para decirles a los ciudadanos de ese México que sufre, que existen instituciones para responder a sus demandas.

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