Viernes, 26 de Abril 2024

Aquella media naranja

El discurso de eficacia ha desplazado la apuesta regeneradora de Movimiento Ciudadano

Por: Enrique Toussaint

Aquella media naranja

Aquella media naranja

El partido de Enrique Alfaro nació de las cenizas del bipartidismo y la debilidad de la izquierda en Jalisco. Acción Nacional perdió credibilidad luego de 18 años al frente del Ejecutivo estatal y el PRI sucumbió luego de su regreso a Casa Jalisco. En paralelo, la izquierda partidista en Jalisco nunca fue representativa y sufre de una permanente ilegitimidad por el cordón umbilical que la une al grupo político de la Universidad de Guadalajara. Así, el desvanecimiento del bipartidismo parió a MC como la fuerza política hegemónica. Un proyecto político que conjugaba a activistas sociales, académicos, políticos profesionales y tecnócratas.

Los dos ejes discursivos de MC fueron: “sabemos gobernar” y “no robar”. Eludieron la ideología y la narrativa naranja giró en torno a los conceptos de eficiencia y a la legitimidad de la participación ciudadana. Es el tiempo de los ciudadanos, decían por aquellos ayeres. El proyecto de Alfaro se volvió estatal en 2012 y, en las últimas intermedias, conquistaron la Zona Metropolitana de Guadalajara. El mismo camino los llevó a hacerse de la gubernatura de Jalisco con holgura en los comicios del pasado primero de julio.

Eficiencia y legitimidad son dos conceptos que se mueven siempre en el juego de suma cero. Es decir, yéndonos a los extremos, no hay nada más eficiente, pero menos legítimo que una dictadura, y nada más legitimo pero cero eficiente que el asambleísmo y la democracia directa. Los equilibrios entre ambos conceptos son los que marcan una democracia, de calidad, pero también la capacidad de un sistema político para responder a las demandas de la ciudadanía. Desde hace algún tiempo, el proyecto de Enrique Alfaro ha olvidado el legitimismo, una de sus raíces de nacimiento, para volcarse al discurso de orden, eficiencia y resultados. Ha girado a la derecha, si lo analizamos en términos de las tradicionales coordenadas políticas.

Un síntoma es la relación con las organizaciones de la sociedad civil. Desde campaña, las diferencias son notables. Y la desaparición del Instituto Jalisciense de las Mujeres es un antes y un después en esta relación. No sólo por el fondo del problema. Es decir, no sólo por la decisión en sí misma, sino por la forma de sacar el acuerdo en el Poder Legislativo. Un madruguete parlamentario, votado ante la ausencia de casi la mitad de la representación, con un Congreso blindado frente a las manifestaciones de colectivos feministas y con acusaciones muy serias entre legisladores. Hace algunos años cuando en la Legislatura 60, MC señalaba la colusión del PRIAN para votar puntos de acuerdo de espalda a la gente, ¿hubiéramos creído que MC haría exactamente lo mismo cuando tuviera la mayoría en el Congreso? Cuando MC se manifestó contra la reforma energética en el contexto de un Poder Legislativo más parecido a un fortín que a “la casa del pueblo”, ¿era concebible que el partido naranja actuaría de la misma forma cuando llegaran las presiones ciudadanas y fueran la fuerza política hegemónica en Jalisco?

En Movimiento Ciudadano siempre han existido estas tensiones. Quienes apuestan, por un lado, en construir un partido político tradicional, con lo que ello implica: lealtad absoluta, disciplina, organización, procesos internos, facciones. Y, por otro lado, quienes consideran que MC no debe ser un partido tradicional. Es decir, un movimiento político que no busque reproducir los vicios de los partidos políticos tradicionales. Un instrumento con dos patas: una en las instituciones de Gobierno y otra con una interlocución profunda con la sociedad civil. Incluso, no es descabellado señalar que la pugna entre estas dos visiones del MC marcará el rumo de proyecto político en los años venideros.

Existen tres riesgos de esta deriva que ya está experimentando el proyecto político de Enrique Alfaro. Primero, convertirse en el sistema que tanto combatió desde la oposición. La forma en que el partido naranja operó la desaparición del Instituto es autoritaria, impidiendo que las organizaciones se expresaran en la sesión y que la oposición pudiera participar en los debates. No hubo división de poderes y a través de una alianza con el PRD, el PT y el Verde, extinguieron una institución que tiene un peso simbólico muy relevante para múltiples colectivos de la sociedad civil. Lo paradójico es que MC se reivindicó, por al menos un lustro, como un instrumento de la ciudadanía para colocar agendas prioritarias en las instituciones representativas. Mario Silva, Patricia Martínez, Jesús Carlos Soto, Alicia Ocampo, Malena García, Guadalupe Morfín. Son muchísimos los nombres de cargos o ex cargos en gobiernos de MC que provienen de organizaciones de la sociedad civil.

La segunda, pensar que la autonomía del Gobierno se construye a través de la imposición y el autoritarismo, y no a través del razonamiento, la deliberación y el convencimiento. Detrás de las posiciones de Enrique Alfaro aparece una forma de entender el Estado y su relación con la sociedad. Ceder y cambiar propuestas no debería ser sinónimo de debilidad de un Gobierno, sino una forma de entender la gobernabilidad democrática en un contexto de pluralismo. Sin la participación ciudadana, sin el despertar de los colectivos, serían impensables los avances en transparencia, democratización, reformas políticas, auditoría, derechos civiles, libertades, políticas anticorrupción. Bueno, sin la participación ciudadana, un proyecto como Movimiento Ciudadano hubiera sido impensable.

Y el tercer riesgo: el ensimismamiento y la arrogancia. Tal vez, la mejor comparación que podemos hacer del presente es con la llegada del PAN en 1995. El blanquiazul arribó a Casa Jalisco con un impulso ciudadano muy considerable. El primer gabinete de Alberto Cárdenas es síntoma de esa pluralidad que supuso el cambio político a nivel estatal. Sin embargo, con el paso del tiempo, el PAN se distanció de la ciudadanía y comenzó a pensar más en los equilibrios de poder internos, en sus intereses, y mucho menos en las demandas de la ciudadanía. Todo derivó en una batalla fratricida que fracturó al partido y lo alejó del sentir popular. MC corre ese riesgo, y lo corre de forma muy prematura -el partido, como tal, tiene 10 años de vida-.

La forma en que MC extinguió el IJM trasciende el debate sobre cuál debe ser el modelo ideal para atender las desigualdades y la violencia que afectan a las mujeres. Lo preocupante es la deriva que ha tenido el proyecto político, que nació como un referente de democratización, y que ahora toma decisiones con un Congreso blindado y más preocupado por imponerse que por dialogar con la sociedad civil. Un proyecto que se asumía como progresista, pero que no entiende el disenso y se salta formas democráticas mínimas. ¿Así se van a lograr los consensos para refundar Jalisco?

Suplemento Tapatío

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones