Domingo, 22 de Junio 2025

Playas de día, bunkers de noche: la vida en Tel Aviv durante la guerra

Llega la noche y todo se transforma. Empiezan a sonar las alertas en los celulares, que piden que la gente esté cerca de los refugios, a no más de 90 segundos de las zonas seguras

Por: Patricia Gallardo Name

Así es Tel Aviv desde el viernes 13 de junio. Esa madrugada, a las 02:57 de la mañana, sonaron las alarmas antiaéreas. EFE/A. SULTAN

Así es Tel Aviv desde el viernes 13 de junio. Esa madrugada, a las 02:57 de la mañana, sonaron las alarmas antiaéreas. EFE/A. SULTAN

Hay dos Tel Aviv. Uno de ellos vive de día, sale a correr, pasear a sus mascotas y andar en bicicleta. Se broncean, nadan y juegan en sus playas. Pasan el tiempo en los restaurantes, los bares y cafés. Es un día como cualquier otro.

Después, llega la noche y todo se transforma. Empiezan a sonar las alertas en los celulares, que piden que la gente esté cerca de los refugios, a no más de 90 segundos de las zonas seguras, y todos aceleran el paso para llegar ahí. Luego vienen las alarmas y lo único que se escucha son las pesadas puertas de acero que se cierran y se convierten en la única línea de defensa entre la vida y la muerte.

Así es Tel Aviv desde el viernes 13 de junio. Esa madrugada, a las 02:57 de la mañana, sonaron las alarmas antiaéreas. Todos los celulares en la zona recibieron un mensaje: "Alerta crítica. Las instrucciones del Comando de Defensa deben seguirse. En preparación para una amenaza significativa, se pide que siga las instrucciones del Comando de Defensa que actualmente se encuentran en los medios. Sígalas inmediatamente".

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En la televisión se despliega un cintillo rojo que ocupa la mitad de la pantalla. Está escrito en hebreo y es acompañado de una imagen de alerta. "Acudan a los refugios. Misiles han sido disparados desde Irán".

EL INFORMADOR / P. GALLARDO 
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Así fue como la población de Israel y sus visitantes se enteraron de que la guerra había comenzado. Se cerraron los refugios y durante más de 10 minutos se escuchó un sonido ensordecedor en el cielo.

El Domo de Hierro, el Escudo de David y el Arrow 3, los sistemas de defensa israelíes, operaron a toda su capacidad, pero no fue suficiente. Al menos tres misiles lograron impactar en el centro de Tel Aviv. Uno de ellos estaba dirigido al Ministerio de Defensa, pero falló. Impactó a un edificio de departamentos que se encuentra al lado, esto se vio en tiempo real en televisión. Todos salieron ilesos gracias a los refugios.

Israel es un Estado acostumbrado a las alertas aéreas, a los misiles y a los ataques. Al día siguiente de firmar su independencia regresaron a luchar, ellos lo cuentan con orgullo; así ha sido su historia desde el Holocausto. Quizá es por eso que en los refugios se nota quiénes son residentes o ciudadanos y quiénes están de visita. En los rostros de los primeros se denota tranquilidad: están en el celular, envían mensajes, ven videos en TikTok o suben historias a Instagram. Del otro lado están los turistas, son los que toman sus rosarios, medallas o frotan sus manos y rezan porque todo termine bien.

Padres que intentan consolar a sus hijos les ponen audífonos y música, esperando que no escuchen los misiles. Los niños abrazan las almohadas con ansiedad. Los minutos se hacen eternos hasta que, finalmente, el cielo queda en silencio. El celular vuelve a sonar. Esta vez es una alarma que informa que “ahora es seguro salir de los refugios”.

EL INFORMADOR / P. GALLARDO  
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Cuando se termina la alerta, se transmite un mensaje del Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, que confirma que, durante las primeras horas de ese viernes, las Fuerzas Armadas de Israel iniciaron con la operación “León Ascendente”, que tiene como objetivo evitar que Irán tenga la capacidad de generar bombas atómicas. Lograron “neutralizar” a los altos mandos de la milicia iraní y a los científicos a cargo del programa de desarrollo nuclear.

Desde este anuncio, la escena en los refugios se repite al menos en tres ocasiones más durante la madrugada del viernes. Al principio era fácil llevar la cuenta de misiles lanzados, de sus impactos y de la cantidad de ataques que Israel recibe por parte de Irán. Ahora es prácticamente imposible; se ha convertido en la cotidianidad.

Las zonas de los edificios afectados también son mundos distintos. Cuadras acordonadas, un cráter en el piso, ventanas y vidrios rotos por las calles. Huellas de sangre de quienes caminaban por la zona, cercana a la playa, descalzos o en huaraches. Edificios y hoteles destrozados. Grúas y retroexcavadoras intentando tirar rápidamente los restos. Barredoras pasan por el piso quitando los escombros y limpiando cualquier evidencia de lo que sucedió en el lugar.

A espaldas de los restos, la vida continúa. La gente se sienta en los cafés a fumar, platicar y reír. Toman lattes helados como si lo único que les preocupara fueran las altas temperaturas.

“Vinimos a recoger nuestras cosas y nos iremos con amigos. Ya me dijeron que no puedo regresar a vivir aquí, pero está bien. Este no es mi problema. El gobierno pagará los daños, entonces está bien. Es una guerra que tenemos que pelear porque no podemos dejar que Irán tenga armas nucleares, son peligrosos”, asegura una de las afectadas.

La gente respalda a su gobierno, aunque no necesariamente esté de acuerdo con él. El Primer Ministro se prepara para las elecciones del próximo año y la gente lo sabe. No están de acuerdo con él ni con sus manejos, pero los une la amenaza que representa para ellos Irán.

 EL INFORMADOR / P. GALLARDO 
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"No creo que confiemos en nuestro liderazgo y que tome las decisiones adecuadas, porque están involucrados con muchas otras cosas, pero, por otro lado, no puedes dejar que Irán tenga armas nucleares. Es complicado", narra Boaz, un ciudadano israelí, parado junto a su casa, la cual fue dañada durante el bombardeo.

Han pasado 10 días desde aquella madrugada y los bombardeos continúan intensificándose de ambos lados. Israel continúa con la operación “León Ascendente”, atacando objetivos militares en Irán. Por su parte, el régimen de Alí Jamenei ha jurado venganza contra el pueblo israelí y las alarmas suenan con mayor frecuencia en lugares como Tel Aviv y Jerusalén.

En medio de esto están los civiles: los que son atacados, los que pierden sus casas; aquellos cuyo corazón se acelera cuando escuchan un sonido extraño, hélices en el cielo, sin saber si es un dron o un helicóptero, amigo o enemigo,  o cuando se activa la sirena de una ambulancia. Los que aún sienten empatía por aquellos a quienes sus líderes llaman enemigo. Los que desean que esto pueda terminar y la paz que alguna vez existió entre ambas naciones pueda ser restaurada. Pero mientras eso sucede, deben acostumbrarse a esta nueva normalidad, al menos hasta que suene la próxima alarma.

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MV

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