La industria automotriz ha vendido emociones prácticamente desde siempre. Salvo, tal vez, en su principio, cuando Karl Benz creó el auto como una herramienta de movilidad y Henry Ford al producirlo en masa. Diseño y potencia han sido las armas más utilizadas por los responsables de mercadotecnia para convencernos de comprar sus coches; claro, seguidos muy de cerca por el estatus, esa imagen de “ganador” que todos queremos tener, que buscamos mostrar a los demás, como si tener un auto más caro significara que somos mejores. Pero el punto es que, cuando BYD le pone casi 3 mil HP a su U9 para romper el récord mundial de velocidad, está haciendo una declaración de poder, mostrando de lo que es capaz de lograr. Lo que no está mal. Quieren llegar a nuestro corazón sin pasar por nuestro cerebro.El detalle es que lo consiguen. Cada vez que una marca hace un deportivo, está usando esta técnica. Cuando entramos en la vida real, sin embargo, es cada vez más difícil disfrutar de ella.El punto número uno es que, en las ciudades, las barreras naturales nos impiden disfrutar un coche potente. Primero, el tráfico pesado, que nos cierra la movilidad real. Luego, los topes, baches y semáforos. Tercero, las cada vez más presentes cámaras que vigilan nuestra velocidad para sancionar a los infractores. Por último, aunque pocos lo tengan, está el sentido común. La velocidad, mucho más en un ambiente rodeado de gente, es demasiado peligrosa como para usarla, aunque sé que es demasiado pedir ese sentido común.En carretera, con mucho menos tráfico, hay menos riesgo de alcanzar a terceros con nuestra imprudencia, pero aquí el tema es que, si llega a pasar, el riesgo de producir lesiones serias o muerte es mucho mayor, debido a la velocidad más elevada, claro está.En el México de hoy, desafortunadamente, aún es posible circular muy rápido en las carreteras, debido a la cada vez menor presencia policiaca desde que acabaron con la Policía Federal de Caminos. Claro, qué rico que puedas sacar tu 911 Turbo, tu Golf GTI o tu Swift Sport —según gustos y presupuestos— y disfrutarlo en una autopista, pero es obviamente peligroso.En otros países las cosas no son tan simples y la vigilancia en carretera es cada vez mayor. En estos lugares, como España, ya no tiene mucho sentido vendernos potencia, pero lo siguen haciendo. Lo hacen por tradición, porque esta ha sido la motivación de siempre y porque quienes compran los autos, en su gran mayoría, nacieron en la época en la que las leyes eran menos estrictas; mejor dicho, la tecnología para detección de infracciones era insuficiente. Marcas con una identidad muy unida al manejo y desempeño, como Ford, Volkswagen o BMW, suelen apoyarse más en estos aspectos, pero no son solo ellas. Audi, que ganó parte de su fama y desarrolló su tecnología de tracción integral en los rallies, ya estuvo por un buen rato en Le Mans, donde fue muy exitosa, y ahora lo intentará en la Fórmula 1. Incluso Cadillac, tradicionalmente vista como marca estadounidense productora de sedanes y camionetas grandes y de lujo, entrará al máximo circuito para apelar a la deportividad y mostrar a los consumidores que puede ser poderosa y rápida.Ahora esta arma de mercadotecnia está poco a poco cambiando hacia la tecnología y la conectividad. Apelan a la ecología para vender coches eléctricos, buscando convencernos de que son efectivamente menos contaminantes que los de combustión interna. Usan servicios digitales y manejo autónomo como formas de hacernos pensar que estar al mando de un auto no necesariamente tiene que implicar estrés, porque el auto puede conducirse solo. Ya hay taxis autónomos, al menos en Estados Unidos y en China.Y no es que los eléctricos hayan dejado de lado la motivación del manejo entusiasta; solo lo han cambiado. En lugar de la velocidad máxima, ahora apelan a la respuesta del torque inmediato, haciendo que acelerar velozmente en los primeros metros sea una meta más importante que llegar velozmente a 100 km/h o cruzar la línea de los 400 metros. En la práctica, es correcto. Con cada vez más autos en las calles, incluso ciudades chicas tienen congestionamientos que no nos permiten disfrutar a gusto un buen cambio manual. Y, por prudencia o miedo a una multa, correr de verdad, solo en un autódromo. Los entusiastas ya nos quedamos sin espacio.