Ayer comenzó a rodar la llamada Línea 4. Tarde, sin terminar y con un costo superior al que se planeó (algo que se repite una y otra vez en la obra pública en México), pero ya está operando. Sigo pensando que esta línea fue más un capricho que una solución, que es una obra que favorece a la especulación urbana y qué ese mismo dinero invertido en otras soluciones habría beneficiado a un mayor número de personas. Un tren con una frecuencia de nueve minutos, una distancia entre estaciones de más de dos kilómetros, que pasa por maizales y que no conecta con otras líneas de tren, es lo menos parecido a lo que concebimos como un sistema de metro o tren ligero. El tren a Tlajomulco dará servicio y le cambiará la vida a quienes viven en los alrededores, y eso es, sin duda, una buena noticia.Igual de absurdo resulta llamarle Línea 5 a lo que en la práctica será una troncal del Peribús hacia el aeropuerto y, en un futuro, si el dinero alcanza, lo que será una línea adicional del aeropuerto a Plaza del Sol. Más allá del nombre, tener transporte público hacia la terminal aérea en esa nueva vialidad urbana, que antes era una carretera federal, es sin duda otra excelente noticia y una buena decisión.Si algo hemos aprendido en este primer cuarto de siglo es el sinsentido de la absurda discusión entre sistemas BRT y sistemas de trenes eléctricos y que, sin embargo, sigue instaurada entre muchos tapatíos. Lo importante para la ciudad es integrar todos los sistemas de transporte masivo en una sola red. Ello implica que los trasbordos entre los trenes y los BRT sean fáciles, accesibles y sin costo adicional (hoy se cobra medio boleto); que las frecuencias se manejen con lógica de sistema y que lo que se construya en un futuro (hay otras líneas de BRT en proyecto) se piense en función de un sistema de conectividad metropolitana.Evidentemente, el gran problema a resolver es que los BRT (el Macrobús y el Peribús) están concesionados y que, contrario a lo prometido, se manejan más con lógica de exprimir una empresa que de prestar un servicio público. Hacer un solo gran sistema implica meter en orden a las empresas concesionarias, pero sobre todo cambiar la lógica del subsidio a las empresas, que ha sido opaco sexenio tras sexenio, por un sistema que priorice la calidad del servicio, el subsidio directo al pasajero, asegure la rectoría del Estado y ponga a la ciudad por encima de los beneficios particulares.diego.petersen@informador.com.mx