Lunes, 15 de Diciembre 2025

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Charros: entre el boleto en la mano y la obligación de no tropezar

Por: Salvador Cosío Gaona

Charros: entre el boleto en la mano y la obligación de no tropezar

Charros: entre el boleto en la mano y la obligación de no tropezar

En el beisbol -como en la política y en la vida pública-  nada es tan peligroso como la confianza anticipada. Los Charros de Jalisco, con el pase a la Postemporada prácticamente asegurado, caminan hoy por una delgada línea: la que separa la legítima aspiración de grandeza del riesgo de creer que el trabajo ya está hecho. Y no, no lo está.

La temporada ha sido una montaña rusa. Hubo semanas de brillo, en las que el equipo lució compacto, agresivo en el diamante, con bateo oportuno y un pitcheo capaz de cerrar la cortina cuando el juego lo exigía. Pero también hubo lapsos de desconcierto: series perdidas de manera inexplicable, errores defensivos impropios de un club con aspiraciones serias y un bullpen que, por momentos, pareció caminar sobre arena movediza. Altibajos, en suma, que no pueden pasarse por alto solo porque la tabla de posiciones les hace un guiño.

El boleto a la Postemporada, conviene decirlo, no es una medalla al mérito; es apenas el derecho a competir de nuevo, ahora en un escenario donde los errores se pagan al doble y la indulgencia no existe. La historia del beisbol invernal está llena de equipos que entraron embalados y se desinflaron, y de otros que llegaron con dudas y terminaron levantando el trofeo. El factor decisivo rara vez es el lugar en la tabla; casi siempre es el estado mental con el que se encara octubre (o enero, según la liga).

Charros tiene con qué. El roster es competitivo, la afición responde y el proyecto deportivo no es improvisado. Pero también es cierto que el equipo ha mostrado grietas que, de no atenderse a tiempo, pueden convertirse en fisuras irreparables. El bateo ha sido intermitente: capaz de producir rallies contundentes una noche y desaparecer al día siguiente. La rotación abridora ha cumplido, aunque no siempre con la profundidad necesaria para quitarle presión al relevo. Y la defensa, que debería ser el cimiento silencioso de cualquier aspiración al título, ha regalado outs -y carreras- que en Postemporada se convierten en puñales.

No se trata de dramatizar ni de sembrar alarma donde no la hay. Se trata, más bien, de exigir concentración y sentido de urgencia. Porque cuando un equipo “ya clasificado” baja medio punto la intensidad, el mensaje implícito es peligroso: se normaliza el error, se relativiza la derrota y se pospone la corrección. Y el beisbol, deporte de memoria larga y castigo inmediato, no perdona esas licencias.

La recta final de la temporada regular debería ser, para Charros, un laboratorio serio. Ajustar alineaciones, definir roles claros en el bullpen, probar escenarios de presión real. No regalar juegos, no especular con el calendario, no caer en la tentación de administrar energías como si la postemporada fuera un trámite automático. Porque no lo es. Nunca lo ha sido.

También está el factor emocional. Jalisco es una plaza exigente. La afición celebra, sí, pero también observa con lupa. Sabe distinguir entre un equipo que compite y otro que se conforma. Y si algo ha quedado claro en las últimas campañas es que el entusiasmo del público puede ser un impulso formidable… o un silencio incómodo cuando percibe relajación. Ganarse a la tribuna no es cuestión de discursos, sino de actitud en el terreno.

En este punto del calendario, el verdadero rival de Charros no es el equipo que tiene enfrente, sino la autocomplacencia. Creer que el pase asegurado equivale a seguridad deportiva es confundir el mapa con el territorio. La Postemporada exige precisión quirúrgica, carácter a prueba de fallas y una disciplina colectiva que no admite concesiones.

Si Charros logra convertir estos altibajos en aprendizaje, si asume que cada juego restante importa -no por la tabla, sino por el músculo competitivo-, llegará fuerte al momento decisivo. Pero si se permite navegar en piloto automático, el golpe puede ser tan rápido como doloroso.

En el beisbol, el éxito no se proclama: se sostiene. Y hoy, Charros de Jalisco tiene la obligación de demostrar que su pase a la Postemporada no es un punto de llegada, sino apenas el inicio del verdadero examen.

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