Miércoles, 24 de Abril 2024

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Una razón de la turbulencia

Por: Luis Ernesto Salomón

Una razón de la turbulencia

Una razón de la turbulencia

El mundo se agita en luchas que perecen inconexas, pero que en el fondo se disputan la imposición de conceptos morales y políticos. Una breve muestra actual: dentro de dos semanas habrá elecciones en Estados Unidos, en donde se decidirá la fuerza con la que el presidente Biden terminará su mandato; en Italia toma forma el Gobierno de derecha que ganó las elecciones entre escándalos respecto a su cercanía con Putin; en el Reino Unido ha renunciado la primera ministra luego de haber anunciado un plan económico que sacudió los mercados; en Brasil, la segunda ronda de las elecciones se planeta con un país profundamente dividido; en China el presidente Xi Jinping ha puesto en marcha una purga interna al terminar el Congreso del Partido Comunista, endureciendo las medidas de control sobre la población; la guerra de Ucrania ha puesto a prueba la fortaleza de los gobiernos en Europa, que se enfrentan a fuertes subidas en el precio de la energía y a la presión de creciente gasto militar; las huelgas han comenzado en Francia; Alemania se enfrenta consigo misma al tomar decisiones en la ruta del fortalecimiento militar; Japón practica referéndums para anexarse islas frente Rusia; Taiwán se arma frente a la amenaza China, en tanto Corea del Norte ensaya sus misiles sobre el mar de Japón.

En México la agitación está centrada en una agenda enfocada a la visión interna. La crisis en los servicios de seguridad y justicia no cede, y aunque las medidas económicas están conteniendo algunos efectos de la inflación, la amenaza de mayores sacudidas crece. Los escándalos políticos se han vuelto tan frecuentes como las noticias policiales que tiñen de rojo las pantallas todos los días.

Con este panorama general cabe preguntarse: ¿porqué se ha generado tal agitación en tan sólo unos meses y al mismo tiempo? Aunque no hay una sola respuesta, podríamos señalar que este mundo más interdependiente se ha desatado una lucha global por controlar el poder tecnológico, militar y financiero que no tiene precedente. Pero en el fondo hay una lucha por controlar la concepción de lo correcto, de lo bueno. Hay una disputa por las ideas morales que pretenden explicar cuál es el contenido de la vida valiosa. De aquello que los griegos antiguos llamaron la búsqueda de la felicidad. 

El derecho de cada persona a decidir hacer de su vida algo valioso es incuestionable en las naciones liberales. El problema es definir si la vida valiosa equivale a la posesión de riqueza; si se refiere a un concepto de solidaridad o de amor al prójimo; o si se trata de una concepción de desarrollo político y social en igualdad; o se trata de una cuestión plenamente interior que requiere búsquedas hacia la espiritualidad. Cualquiera que sea la posición que se adopte en ese sentido, nos lleva a la cuestión de si es el mercado el que define la riqueza como valor, o si es una organización religiosa la que dicta el contenido moral correcto; o si es el partido político quién determina el contenido de lo valioso; o si cada quien en su interior busca una explicación que le satisfaga para conducir su vida. 

Son los pensamientos lo que determinan estas posturas, y el adueñarse de la comunicación que guía los pensamientos es quizá el propósito máximo de los esfuerzos de los grupos que se disputan el poder en el mundo. Los contenidos de la comunicación suponen el tiempo que las personas utilizan para alimentar sus creencias y conocimientos y por eso es tan relevante controlar la tecnología por donde fluyen y, por supuesto, a quienes los generan, ya sean empresas, gobiernos o personas. 

El punto central es defender el ámbito de libertad suficiente para normar una criterio propio, formado con base a aquella filosofía que buscaba la felicidad mediante la razón y el goce la vida mediante los sentidos. La verdad única impuesta desde la verticalidad del poder o aprovechando la ignorancia, es un verdadero crimen, y ahora mismo el mundo se revuelve para plantearse nuevas formas de enfrentar a las tentaciones del autoritarismo político y económico que plantea imponer sus conceptos de moralidad.
 

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