En México, los partidos políticos se han desfondado teóricamente. En lugar de idearios claros y sustanciosos, ofrecen mercadotecnia, demagogia y frivolidad. No pocas veces escuchamos declaraciones como: “Nuestro partido no es de izquierda ni de derecha”, “Nosotros no creemos en ideologías políticas: somos pragmáticos”, “Este no es un partido, es un movimiento”. No obstante, sin idearios no hay acción política inteligente. Esa es una posible interpretación del llamado marxista a la unidad entre teoría y praxis, o la defensa pragmatista de la continuidad entre pensamiento y acción. A diferencia de algunos teóricos respetables, todavía creo en la existencia de las derechas y las izquierdas. Sin distinciones nadie puede pensar la realidad, ni política ni natural. Más importante aún, pienso que la izquierda partidista, cultural e intelectual debe reconstruirse en clave democrática; y la derecha política, económica y religiosa, en signo liberal. La distinción izquierda/derecha —nacida, hasta donde sé, con la Revolución francesa— es una entre muchas dicotomías útiles para estudiar, evaluar y ejercer hoy la política. Otras distinciones clave son: democracia/autoritarismo, moderación/extremismo, libertad/autoridad.Sugiero adoptar la sencilla pero elegante definición de Norberto Bobbio: “el carácter distintivo de la izquierda es el igualitarismo” (Derecha e izquierda); y definir a la derecha, no como enemiga de la igualdad, sino como defensora de la libertad. Libertad e igualdad son dos ideales modernos igualmente deseables pero que, de forma natural, chocan entre sí. Pues los valores, como Isaiah Berlin gustaba repetir, colisionan. De ahí que hoy sea preciso encontrar vías de acuerdo entre una izquierda moderada y democrática y una derecha ilustrada y liberal. En otras palabras, debemos conciliar una igualdad social y jurídica real con las libertades político-económicas.No toda izquierda es deseable, como creen algunos dogmáticos; ni toda derecha es perversa, como sostienen los enemigos de la libertad. Izquierda y derecha enfatizan visiones distintas y nadie, salvo el fanático, es puramente de izquierda o de derecha. Ambas orientaciones contribuyen al pluralismo democrático y al desarrollo social. El problema radica, como escribe Fernando Savater, en que hay “una mirada sesgada que ha establecido la norma de juzgar a la izquierda por sus intenciones y a la derecha por sus resultados” (Carne gobernada). Falacia que todo demócrata debería rechazar.Tras la caída del Muro de Berlín, colapsó no la izquierda sino una izquierda: la totalitaria y revolucionaria. La victoria del neoliberalismo eclipsaría a las izquierdas democráticas y a los socialismos liberales. Ello empobreció tanto a las izquierdas como a las derechas, ya que muchas derechas asumieron el ideario económico de la tradición liberal pero relegaron su dimensión política y social.Por decirlo de otro modo, el ciclo neoliberal amplió las libertades político-económicas, elemento fundamental de las sociedades modernas; pero relegó la igualdad y la cohesión sociales, lo cual produjo un desequilibrio socioeconómico que se volvería uno de los sustentos principales de la actual ola internacional de populismo autoritario.Acaso no pocos mexicanos, durante años, razonaban así: “Con el centro autoritario (el PRI), nos ha ido mal; con la derecha oligárquica (el PAN), también. Lo que necesitamos, por ende, es que la izquierda llegue al poder, pues la izquierda es históricamente sensible a las fracturas y desequilibrios sociales”. El error consistió en olvidar que hay una izquierda (y una derecha) democrática, pero también una izquierda (y una derecha) autoritaria. El Estado de bienestar sueco es un ejemplo de lo primero; los regímenes de Stalin, Mao o Maduro, de lo segundo. No se trataba, pues, de que la izquierda llegara al poder, como si ello fuera sinónimo de buen gobierno. No pocas izquierdas han practicado la tiranía de la mayoría y socavado las libertades, incluidas las democráticas, a fin de perpetuar a la camarilla gobernante: todo ello en nombre de una pseudoigualdad. (Recordemos lo que escribió el antitotalitario Orwell en Rebelión en la granja: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”). Lo que México requería era, por consiguiente, una izquierda democrático-liberal o una derecha constitucionalista, ilustrada y profundamente social. No tuvimos ni la una ni la otra.La tarea que izquierdas y derechas tienen por delante sigue siendo reducir la desigualdad regulando la libertad. Como escribió Berlin: “la libertad total para los lobos es la muerte para los corderos, la libertad total de los poderosos, de los talentosos, no es compatible con el derecho a una existencia decente de los débiles y los menos dotados” (“La búsqueda del ideal”).Históricamente, la izquierda ha velado por los débiles; la derecha liberal, por su parte, ha tenido por valor central la decencia. Izquierdas y derechas deben superar su narcicismo y unirse para ampliar la solidaridad humana y disminuir el sufrimiento y la crueldad. Esto significa unirse para rechazar el neoliberalismo insensible y rapaz, así como el populismo demagógico y autocrático; y edificar un Estado social y democrático de derecho, uno que impida que los lobos continúen tragándose a los corderos.