Viernes, 26 de Abril 2024

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Tú eres mío, yo soy tuya

Por: Guillermo Dellamary

Tú eres mío, yo soy tuya

Tú eres mío, yo soy tuya

El sentirse propietario del otro, está generando muchos conflictos en las parejas.

Existe una sensación de que amar a alguien  te da el derecho a convertirlo en tu propiedad.

Y entonces, despertar los mecanismos de posesividad y cuidado, para que nadie intente despojarte de lo que se considera como tuyo.

De alguna manera, se configura al otro como si se tratara de uno más de los preciados objetos o pertenencias que se han conseguido en la vida.

Y como eres algo que poseo y me perteneces, entonces puedo hacer lo que quiera contigo. De aquí nacen muchas formas distintas de querer justificar el dominar al otro,  de una manera caprichosa.

Aun no se quién inventó que casarse está más cerca de la esclavitud y la atadura,  que de la libertad.

El matrimonio no da derecho alguno a creer que se toma posesión del otro.  Siempre debería continuar existiendo el consentimiento y las decisiones que le permitan elegir lo que quiera.  

Es una relación que se fundamenta en el mutuo consentimiento de unirse,  pero bajo los valores del amor y el respeto. No sé por qué ha existido la idea de que esa unión, le da derecho, a uno de los dos, a mandar al otro. O de estarse peleando por ejercer la autoridad y el poder.

Sentir que eres mi posesión, y entonces puedo doblegar tu voluntad para que hagas lo que yo quiera, puedo señalar que es una de las más importantes fuentes de tensión y conflicto en las parejas.

Pero como sí me creo tu dueño,  pues voy a intentar imponerme,  y si es necesario controlarte y presionar para que te sometas a mi voluntad.

El sentido de posesión, se une al de exclusividad,  porque eres sólo mía, nadie más se puede meter contigo sin mi autorización,  de aquí la vigilancia,  el control y los celos.  Eres mi esposo, me perteneces en exclusiva,  así  se llega a concluir.

En la mente de ambos está más presente el dominio,  la posesión y por ende la sensación de ser uno para el otro,  bajo un aroma más de esclavitud, que de confianza y libertad.

Basta con imaginar que en un ambiente así de vida diaria, con un poco de disfunciones,  neurosis y toxicidad, es más que suficiente para vivir de manera muy desagradable.

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