Viernes, 26 de Abril 2024

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Se hace lo que yo digo

Por: Guillermo Dellamary

Se hace lo que yo digo

Se hace lo que yo digo

Es una tradición que se adjudica la autoridad y que le da el derecho a una persona a que sus decisiones y caprichos se cumplan,  como si se tratara de una orden. Podrá o no tener la razón,  y muchas veces ni si quiera importa si lo que dice es justo o no,  o verdadero y benéfico. Pero si lo dice, se tiene que cumplir, como si se tratara de una ley.  Y se le tiene que obedecer, bajo la amenaza de recibir consecuencias punitivas si no se le obedece.

La autoridad paterna se unió al machismo, para que la palabra del varón, fuera la dominante. Y todos a cumplirla sin cuestionar.  “Porque soy tu padre”, se decía sin ninguna otra explicación. “En esta casa yo mando,  y al que no le guste que se largue”. “Mientras que yo te mantenga,  aquí mando yo”, señalaban con toda firmeza los papás. De esta manera muchos justificaron severos castigos a la esposa y a los hijos, por no someterse a su mandato.

Se manejaban las cosas por medio del miedo, ni la razón, ni la justicia se ejercían con respeto. Se gritaba y regañaba al antojo del jefe. No existía apelación alguna, sólo el sometimiento incuestionable.

Las esposas aceptaban este tipo de autoridad de parte del esposo era una costumbre muy extendida y respaldada moralmente.

Las consecuencias podían llegar a la violencia extrema, con golpizas tanto a la esposa como a los hijos, especialmente cuando estaban bajo los efectos de la ira y el alcohol. Y nadie podía meterse en los asuntos familiares, pues era una intromisión inaceptable.

Desde luego muchas mujeres vivían con miedo y atormentadas por todo tipo de maltratos, desde los insultos, la tortura emocional,  la privación de la libertad y las limitaciones económicas.

Aunque muchas amas de casa sintieran que sí eran las dueñas del hogar, en realidad vivían cumpliendo los deberes y obligaciones que la sociedad y el varón les asignaban. Casarse era una aceptación tacita a obedecer y atender al marido. Las mujeres se veían reducidas a cumplir su tarea sin disponer de su libertad.

Así quedó establecido por años que el hombre es el que manda y gobierna, el dominio masculino se impuso.

Sólo las mujeres con mucha inteligencia emocional y seguridad en sí mismas, pudieron sacudirse tal idea y hasta lograr ellas dominar al marido, sin que muchas veces el varón se diera cuenta plenamente de ello y ni siquiera sospecharan cómo se les aplicaba el mando. Ellos creían mandar y realmente no era así.

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