Jueves, 25 de Abril 2024

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San Miguel y otros ángeles

Por: María Palomar

San Miguel y otros ángeles

San Miguel y otros ángeles

In memoriam M.C.P.P.

El Arcángel San Miguel es el primer patrono de la ciudad de Guadalajara desde antes del cuarto y definitivo asentamiento de la ciudad. La historia comienza el 28 de septiembre de 1541, cuando los moradores de la Guadalajara de Tacotlán derrotaron, con muy pocos recursos, a las hordas de la rebelión chimalhuacana. La victoria se atribuyó a la intercesión del Arcángel, al que el Ayuntamiento hizo voto perpetuo de festejar cada 28 de septiembre, víspera de su día, con una gran procesión que recorría las calles de la ciudad en pos del estandarte con las armas reales.

En años recientes algún arzobispo decidió que sólo la Generala quedaba como patrona de toda la Arquidiócesis, y mandó a la jubilación sin miramientos a los otros patronos jurados de los tapatíos: además de la Zapopana, son el jefe de las milicias celestes, San Clemente, San Sebastián, San Martín y Nuestra Señora de la Soledad (que se sepa, el H. Ayuntamiento, por cuya autoridad fueron nombrados, nunca notificó de los despidos).

Se dedicó a San Miguel la primitiva parroquia de la Guadalajara del valle de Atemajac, que sirvió a partir de 1548 como catedral provisional. En la catedral definitiva se le construyó un altar lateral  y se le dedicó la torre norte del edificio.

En la parte vieja de Guadalajara hay, de memoria, tres iglesias con el nombre de San Miguel. La primera sería la doctrina y parroquia, construida en 1645, del pueblo de indios de Mezquitán, que sólo en 1885 pasó a ser barrio de la ciudad. La segunda es San Miguel de Belén, la capilla del Hospital del mismo nombre, edificado gracias al Obispo Alcalde a partir de 1787 (los primitivos hospitales de Guadalajara en sus anteriores emplazamientos tuvieron el mismo patrono). La tercera de estas iglesias es la parroquia de San Miguel del Espíritu Santo, que data de la segunda década del siglo XX y fue erigida en parroquia en 1917.

Y precisamente en el territorio de ésta, aunque anterior en su construcción (fue consagrado en 1904), está el pequeño y gracioso templo de los Santos Ángeles, cuya fundación se debe a la munificiencia de doña Mariana Castañeda. Tiene una sola nave que remata al poniente en un ábside casi plano donde, alrededor del cuadro de la Guadalupana, revolotean un montón de querubines en relieve de yesería. En el arco superior del ábside, cosa muy peculiar en la comarca, se leen en letras griegas mayúsculas las primeras palabras de la doxología mayor: “Δόξα ἐν ὑψίστοις Θεῷ”.

El altar, de un decoroso neoclásico, tenía hasta no hace mucho cuatro esculturas: las de los tres arcángeles canónicos mencionados por nombre en la Biblia y con sus atuendos característicos, más otro ángel que probablemente era el delegado sindical genérico del gremio de custodios. Desafortunadamente el buen gusto no abunda entre el clero, y a alguien se le ocurrió meter otros tres volátiles celestiales en plan cachirul (y de muy deleznable factura), apeñuscándolos en el altar.

La de los Santos Ángeles es una de tantas iglesias tapatías que merecerían un buen reordenamiento y una cuidadosa restauración.

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