Al final de esta crisis, en unos meses, cuando se haga el recuento de cómo se actuó, habrá lecciones para el mundo entero. ¿Se diagnosticó bien? ¿Las medidas de distanciamiento social fueron adecuadas? ¿Se pudieron evitar muertes? ¿La OMS se equivocó en sus primeras recomendaciones? ¿Se debió haber cerrado el espacio aéreo del mundo mucho antes? ¿Qué hicieron mejor unos países que otros? ¿Qué aprendizajes deja para los sistemas de salud? Y muchas, muchas preguntas más. Seguramente serán lecciones indispensables para que, en la próxima pandemia, el mundo entero esté mejor preparado para actuar, de manera más inteligente y eficaz. Sin embargo, mientras tanto en estos días México entra a la etapa más crítica de la pandemia, al tiempo que en nuestro país se da un comportamiento inaceptable contra el personal médico que está en el frente de batalla atendiendo a pacientes de COVID-19. Hemos visto que en España, Italia e Inglaterra todos los días se expresan manifestaciones públicas de aplausos, himnos y loas al desempeño de doctor@s y enfermer@s, pero aquí sucede lo contrario. ¡En México nuestro personal médico es públicamente atacado!Una mínima búsqueda en portales arroja recuentos de agresiones en Durango, Yucatán, Tamaulipas, Jalisco y Ciudad de México. Nuestro personal médico tiene que enfrentar agresiones físicas y verbales de la gente; se les niega el uso del transporte público o incluso de taxis. A una enfermera en un micro la bañaron con agua con cloro. En hospitales y clínicas, sus jefes les han recomendado ir vestidos de civiles, sin la bata blanca, para protegerse. Aquí, a diferencia del resto del mundo, el personal médico es agredido y no aplaudido, apoyado. ¿Qué clase de sociedad somos; en qué nos hemos convertido? ¿Dónde esta el respeto y el civismo de un país que dice ser solidario?Son médic@s y enfermer@s quienes están al lado de los enfermos, sin que familiares puedan acompañarlos; es el personal médico que cuida 24 horas, siete días a la semana a quienes estan hospitalizados, cuidando su respiración, su vida está en sus manos. Y lejos de aplaudirlos, aquí los maltratamos. ¡Es patético!
