Jueves, 28 de Marzo 2024

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Regreso a la costa pródiga

Por: Diego Petersen

Regreso a la costa pródiga

Regreso a la costa pródiga

Costalegre ha sido uno de los proyectos más sobados, repetidos y podríamos decir fracasados de los últimos 30 años en Jalisco. El gobernador Guillermo Cosío lo lanzó con bombo y platillo en 1989, pero apenas unos años más tarde fue abandonado dejando inversión pública enterrada y mucha especulación inmobiliaria en el camino. Ramírez Acuña intentó relanzarlo, pero tampoco caminó. En el sexenio de Emilio González Márquez el entonces director de pensiones, Óscar García Manzano, hizo la compra de un gran predio en Chalacatepec en condiciones, por decirlo bonito, muy dudosas, al grado que le costó el puesto. El Gobierno de Aristóteles Sandoval quiso relanzar el proyecto, con la ampliación de la carretera 200 y la incorporación del predio de Pensiones a un gran desarrollo, pero tampoco avanzó. Este fin de semana, tras tres décadas de topar con pared, el gobernador Enrique Alfaro anuncia el relanzamiento del desarrollo de la costa de esas que Agustín Yáñez llamó las tierras pródigas.

Nadie se apunta para hacer un aeropuerto porque no hay destino y no hay destino porque no hay conectividad

Lo primero que harán los nuevos promotores del desarrollo de la costa jalisciense es cambiarle de nombre. No es que Costalegre fuera malo, pero está más quemado que un elote olvidado en el anafre. Es un buen primer paso, pero por supuesto que el problema no es el nombre. Lo que sigue es tratar de entender por qué tantos esfuerzos a lo largo de 30 años no han dado resultados, al menos para no cometer los mismos errores.

El primer gran tema parece ser conectividad. El litoral que va de Careyes hasta Cabo Corrientes está lejos de todo. Hay un aeropuerto internacional en Puerto Vallarta y otro en Manzanillo, justo en el límite con el Estado de Jalisco. Cualquiera de los dos está a al menos tres horas de Chalacatepec, que se pretende sea el punto central del desarrollo. Por autobús la distancia desde Guadalajara rondaría entre siete u ocho horas lo cual lo convierte en un destino más alejado para los tapatíos que Mazatlán. Darle conectividad a la costa requiere grandes inversiones para romper el círculo vicioso. Nadie se apunta para hacer un aeropuerto porque no hay destino y no hay destino porque no hay conectividad.

El segundo gran tema es que cualquier proyecto que se haga debe ser pensado en periodos largos, de 15 a 20 años, lo que implica tres a cuatro gobiernos estatales y federales. Asegurar la continuidad para que no sea presa de los sexenios implica darle al proyecto un andamiaje institucional a prueba de vendavales políticos.

Tercero, y sin duda lo más importante, el desarrollo de la costa debe ir de la mano de los pobladores y del medio ambiente. Imponer el proyecto desde el centro, llámese Guadalajara o Ciudad de México, topará más temprano que tarde con la oposición de los habitantes de la zona.

Si algo hemos aprendido en estos 30 años es que se requiere más que voluntad política para detonar lo que es quizás una de las costas más pródigas y bellas del país.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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