Viernes, 19 de Abril 2024

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Qué fácil es prometer combatir a la corrupción

Por: Guillermo Dellamary

Qué fácil es prometer combatir a la corrupción

Qué fácil es prometer combatir a la corrupción

Desde luego que sí se puede prometer lo que sea y sobre todo hacer creer que uno lo puede realizar, lo que en el fondo, ciertamente resulta muy complicado y difícil.

Al examinar esta promesa de campaña de varios candidatos, vemos que simplemente es un tema de actualidad y casi obligado a tratar, y así crear un impacto positivo en el electorado. Pero la lógica no nos puede dejar mentir.

Veamos por qué: A caso será posible que los manzanos den peras, o que los monjes nieguen a Dios. Bueno si son políticos de un sistema que practica la corrupción, tal vez como personas puedan eludir el predicado, pero representan partidos y grupos en el poder que no están extintos de la corrupción. Por lo tanto pueden prometer a los demás combatir la corrupción y a su vez no poderlo hacer con el grupo que representan. En consecuencia, se engañan a sí mismos y de paso intentan engañar a los demás.

Es como sugerir que la gente esté bañada y pulcra, mientras uno está metido, más o menos, en el fango. Es un verdadero reto.

El problema de fondo no es que los candidatos prometan o argumenten lo que les venga en gana, sino que hemos caído al punto de no explorar y cuestionar, con rigor analítico, aquello que dicen. Y una verdadera democracia, no se debe de fundamentar en cantar y prometer regalos a la población, con tal de ganarse el voto.

Si los más preparados no cuestionan críticamente las propuestas, y si lo hacen se quedan en charlas de café. Qué podemos esperar del grueso de la población que nomás oye y no escucha y con una muy limitada memoria, la masa no se acuerda de lo que ayer les dijeron.

La corrupción no se erradica, porque dirían algunos filósofos que es inherente a nuestra condición. Es lo opuesto de la honestidad, como la oscuridad de la luz. No se deroga con un decreto.

Sí es muy importante que escuchemos con claridad, cómo es que se planea reducir, controlar y regular la tentación de seguir en un país que se regodea en la corrupción y la impunidad.
La práctica tan divulgada de atrapar ex funcionarios, o acusar a ciertos enemigos del sistema y quererlos llevar a la justicia, haciendo de esta acción un espectáculo social. Es un esfuerzo mediático para impactar al pueblo de que sí se busca castigar a los corruptos. Tal y como se decapitaba a los delincuentes en las plazas de antaño. Para que se note que sí hay justicia y se lucha por erradicar el vicio.

Pero no resulta más que un montaje de momento, y la obra de teatro de la corrupción sigue adelante sin que la podamos frenar.

Por momentos me da la impresión de que sería inevitable preguntarse, y quiénes de los candidatos son menos corruptos. O nos atrevemos a decir que ninguno, sólo uno u otro.
El riesgo es que un corrupto se puede disfrazar de no serlo, o uno que realmente no lo es, ser acusado de serlo.

Lo importante a demostrar no sólo es qué plan se propone para combatirla y prometer lo que sea para ganarse el voto. Sino demostrar que no se es corrupto, o se ha sido.
Quien lo logre, obtendrá más confianza.

Lo que veremos entonces en las campañas, es un intento desmedido por acusar al opositor de corrupto. El más sólido y congruente  en su defensa llegará a la meta.

Los que demuestren que el fin justifica los medios, una base ineludible de la corrupción, se van a quedar en el camino o tendremos de nuevo a alguien que logra convencer de que el blanco es negro y que arriba es abajo.

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