A menudo escucho: “No leo noticias porque me quitan la paz, puras tragedias”. “Prefiero no enterarme, total, uno no puede hacer nada para cambiar las cosas”.Esta actitud parte del supuesto falso de que ignorar nos hace más felices. Les doy mis razones.1. Si tienes redes sociales, te vas a enterar. Hay noticias “inevitables”.Consulten a cualquier persona que “no lee noticias” si está enterada del narco rancho en Teuchitlán o del feminicidio de la influencer Valeria Márquez.La diferencia es si eliges la información o dejas que el algoritmo lo haga por ti. Si ubicas tus fuentes informativas (periodistas y medios) o dejas que el algoritmo decida por ti.¿Imaginas que un algoritmo escoja por ti qué meter en tu carrito del súper? Algo así de absurdo pasa con el consumo inconsciente de noticias. ¿Quién decide tu dieta informativa?2. Vivimos un exceso de positividad que sólo acentúa el individualismo de nuestra sociedad. Eso genera, paradójicamente, una mayor frustración en los individuos.Recién me topé en redes con una “receta para ser feliz”. El primer paso era: “Agradecer por algo bueno todos los días, eso cambiará tu perspectiva a una más positiva”.No hay mucho qué agradecer con empleos precarios, salarios raquíticos, vivienda y rentas caras, y una inseguridad y crisis de violencia que no distingue edad, sexo o clase social.Todo lo anterior no depende sólo de mí y de tener “una buena actitud” sino de estructuras sociales y relaciones de poder que deciden por nosotros y que nos afectan. ¿Ignorar esto nos hará más felices?3. Si nos apartamos de la política, del sentido de colectividad y de la empatía con el otro; si nos aislamos de los problemas de nuestra comunidad, ¿qué queda? Sólo un consumidor superfluo e ilusoriamente “apolítico”.Hannah Arendt habla de una “sociedad de consumidores” como uno de los males de nuestra época. Antes que ciudadano, vecino, elector, sujeto político, eres, ante todo y nada más, un consumidor.¿Queremos ser sólo un “target” económico en una sociedad ultra capitalista que sólo produce consumidores frenéticos y pobres?4. Actuar o cruzarse de brazos ante una injusticia puede hacer alguna –o toda– la diferencia.Arent cuenta en su libro “Eichmann en Jerusalén: La banalidad del mal” que el régimen de la Alemania nazi enfrentó grandes problemas tras invadir y ocupar Dinamarca.Este país mostró una ejemplar resistencia de ciudadanos y gobierno para entregar a su población judía que debía ser enviada a las cámaras de gas; los ocultaban y saboteaban a los nazis con huelgas y protestas. Esto a la postre salvó del exterminio a miles de seres humanos .La filósofa observa que los países ocupados por los nazis que opusieron resistencia salvaron a miles de judíos. A diferencia de aquellos que colaboraron con ellos o mostraron indiferencia.Martin Niemöller, un pastor alemán que se opuso al nazismo y que sobrevivió a un campo de concentración, se dedicó en la posguerra a predicar lo que él denominó la “culpa colectiva” de los alemanes —incluido él mismo— que no se opusieron a Hitler a tiempo.A él se le atribuye esta especie de poema que ha adoptado la cultura popular:“Primero vinieron por los comunistas y yo no dije nada porque no era comunista.Después vinieron por los sindicalistas y yo no dije nada porque no era sindicalista.Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque no era judío.Al final vinieron por mí y no quedaba nadie que pudiera hablar”.Hay que estar informados y comprender que somos una colectividad. Hay que pelear y saber cuáles son las batallas de nuestros tiempos. Y el periodismo es una vía para conocer y estar en contacto con esa realidad.