Viernes, 26 de Abril 2024

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No es suficiente

Por: Laura Castro Golarte

No es suficiente

No es suficiente

Las manifestaciones de mujeres en el mundo, históricamente, se han dado por oleadas y nunca de manera simultánea. En algunos países los avances se han dado antes que en otros y el nivel de las “conquistas”, “logros” o “éxitos” tampoco ha sido parejo comparando nación por nación, ni en cantidad ni en calidad.

El ejemplo más claro es el del voto femenino que costó la vida de varias mujeres en diferentes partes del mundo y en distintos momentos. Hay antecedentes en el siglo XVIII, y todavía en 2015 se dio la noticia de que en Arabia Saudita finalmente se permitiría que las mujeres votaran; en una docena de países, más o menos, todavía no se puede. Es una historia, pues, de más de dos siglos que aún no termina.

Es difícil. El surgimiento de los movimientos feministas en el mundo (por el sufragio, por las condiciones laborales, por abuso y acoso sexual, por igualdad y otras causas), ha sido estudiado desde muy diversas perspectivas, por lo general sociológicas, políticas y antropológicas, y hay en el mundo especialistas que comparten sus sesudos análisis y doctas lecturas al respecto, casi siempre desde la erudición alimentada pacientemente con modelos y teorías. Está bien, no digo que no, aportan, pero en términos prácticos, poco influyen en un cambio en el estado de cosas.

La realidad es distinta. El día a día llega a ser demoledor. Es claro que las oportunidades para las mujeres, hablando en términos generales, son mejores ahora que hace 30, 50, 80 años, es cierto, pero ha costado mucho trabajo y la lucha no termina porque los mentados logros se han dado a medias o a cuenta gotas; o son efímeros porque luego se da marcha atrás; o porque de pronto aparecen otras formas de abuso o de regreso a la desigualdad; porque siempre hay resistencias y regateos.

Esta lucha que no cesa lleva años y el desgaste es natural, y lamentable en muchos casos, cuando lo que propicia es la división entre las propias mujeres activistas. Cualquier diferencia o desencuentro afecta la relación. Muchos esfuerzos se han diluido por este desgaste que no es más que producto de la falta de atención de la sociedad en su conjunto, especialmente de las autoridades responsables de proteger, promover, iniciar leyes, poner el ejemplo, impulsar, atender y responder a las demandas de la mitad de la población, nada más y nada menos.

Lo obtenido hasta ahora no es suficiente, no ha sido suficiente; y es preciso actuar de manera simultánea en distintos frentes, el educativo es fundamental para desde ahí cambiar paradigmas y percepciones, revisar planes y programas de estudio para que estén diseñados en términos de igualdad, pero el frente para frenar la violencia contra las mujeres es urgente también.

Las noticias de desapariciones de mujeres y de feminicidios, violaciones, abuso sexual, acoso, de maltrato de diversos tipos, de misoginia en todos los ámbitos, de abuso de poder contra las mujeres, de desigualdad laboral y salarial, de trata, son tan frecuentes, tan comunes que han dejado de llamar la atención.

Las estructuras burocráticas de atención a las mujeres han sufrido embates desde las mismas administraciones gubernamentales al grado de que operan como agencias de atención paliativa, nada definitivo, nada que cambie la realidad desde el fondo, desde el origen, con la mira puesta en romper patrones para empezar a andar sobre otras bases: más sólidas, firmes, auténticas, igualitarias, armónicas, sin violencia.

Ha sucedido también que muchos acostumbran a repartir culpas y responsabilidades cuando quienes así lo señalan en realidad han sido omisos y mañosos mientras se aprenden el discurso con las palabras de moda.

Son décadas de abusos y omisiones, de paliativos, de políticas públicas rimbombantes pero bofas, huecas, falsas y perecederas; y esta actitud se refleja en que los números de la violencia contra las mujeres nada más no bajan, al contrario. Aumentan los casos y con ellos la impunidad y las injusticias… y la rabia y el coraje y la indignación.

Debo confesar que cuando tuve las primeras noticias de la violencia en la Ciudad de México al calor de la marcha por la violación de una adolescente, mi primera reacción fue de rechazo a partir de mi convicción de siempre, de que la violencia no es el camino; sin embargo, al paso de los días caí en la cuenta de un asunto que ya he abordado en otros momentos y en diversas circunstancias: la radicalización de las protestas sociales. ¿Por qué se llega a tales extremos? Porque la autoridad no escucha, nadie escucha, a veces ni siquiera las mismas mujeres, porque lejos de atender se persigue o se criminaliza; porque se juzga con distintas varas, porque se minimizan las demandas y hasta se hace burla de ello; porque la violencia contra las mujeres no se detiene y la respuesta de las autoridades, en la Ciudad de México y en todo el país, sigue siendo insuficiente.

(lauracastro05@gmail.com)

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