Sábado, 27 de Abril 2024

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Mucho más que una derrota

Por: Pablo Latapí

Mucho más que una derrota

Mucho más que una derrota

Con Andrés Manuel López Obrador como presidente por lo menos no hay simulación; sus batallas las pierde pública y estrepitosamente. Lo hace a los ojos de todos, incondicionales y adversarios.

El operativo en Culiacán de hace ocho días dejó al descubierto algo que suponíamos hace tiempo, y que cuando hemos tenido la oportunidad de visitar Culiacán (y otras ciudades “calientes” del país) escuchábamos como un secreto a voces: el que gobierna es el crimen organizado, son “narcociudades”, y los mega malandros conviven cuidadosamente con autoridades civiles llevando la fiesta en paz para no hacer mayor ruido. Pero están detrás de prácticamente toda la actividad económica, comercial, política y social de las comunidades.

Gracias a la extraordinaria cobertura en tiempo real de las redes sociales hace una semana la mayoría de los mexicanos éramos testigos de la tarde de terror que vivieron los culichis: en un santiamén, y a manera de manotazo en la mesa, los narcos tomaron la ciudad para liberar a uno de los herederos del Chapo Guzmán.

Más claro: imposible.

Se necesita ser muy fanático para ver en el discurso posterior de López Obrador una victoria del humanismo; lo que menos vimos en todo el asunto fue un poquito de humanismo, y de ambas partes.

Y no hubo simulación porque rápidamente nos enteramos de la torpeza al detener a uno de los chapitos, de la abrumadora respuesta de los narcos, y de la retirada escandalosa de las fuerzas del estado.

Quizás en el pasado, en gobiernos anteriores, como existía la consigna de la simulación, no llegamos a enterarnos de las veces que el Estado tuvo que recapitular ante el crimen organizado, de las que prefirieron no tocar a los grandes capos sabedores del riesgo, y manejando siempre la fachada de que había una guerra frontal contra la delincuencia.

Lo mismo ocurre con las grandes derrotas históricas del estado mexicano; perdida la batalla contra la impunidad (no se castiga el 99 por ciento de los delitos); perdida la batalla contra la corrupción (sigue llevándose el equivalente al 10 por ciento del PIB), y; perdida la batalla contra la pobreza (más de la mitad de los mexicanos sigue viviendo en condiciones de pobreza).

Pero nuestros gobiernos siempre simulando que dan la batalla.

López Obrador es diferente; pierde las batallas a los ojos de todos. Así fue cuando Trump amenazó con imponer aranceles, y así fue cuando los maestros de la CNTE quisieron cambiar la reforma educativa.
Rápido y sin esfuerzo.

Culiacán sin embargo tiene una importancia diferente: vimos a mujeres y niños corriendo por las calles. Sociedad civil como nosotros.

Peña Nieto navegaba en las olas de la popularidad hasta que llegó la noche negra de Ayotzinapa.

Quizás Culiacán no sea una derrota más del presidente, quizás entonces sí sea un punto de inflexión, y resulte a la postre el Ayotzinapa de López Obrador.
 

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