Nos guste o no, tanto Peña Nieto como López Obrador están dando muestras de gran civilidad y sentido democrático.Llama la atención porqué ni uno ni otro habían dado especiales trazas de ello: el uno en su empeño “modernizador” que, como hace más de un siglo, cuando don Porfirio gobernaba con mano demasiado firme, dio lugar a más pobreza y desequilibrio social, lo mismo que en el México del último cuarto de siglo.El otro clamando por un nuevo “nacionalismo revolucionario” pensando más en buenos resultados sociales que en el respeto a los discrepantes. Recuérdese que el principio democrático reclama escuchar a las minorías, además de atender a las mayorías.Muchos temimos que el abrumador resultado a favor del Peje daría lugar a una política de “aquí nomás mis chicharrones truenan”.Pues bien: el trato de ambos demuestra todo lo contrario. Al parecer uno y otro han resultado condescendientes con su rival hasta hace pocas semanas y, según esto, el cambio de Gobierno puede convertirse, a pesar de las antagónicas ideas del país, en uno de los más tersos de la historia nacional.Para colmo, la decisión de López Obrador de ir anunciando paso a paso quienes ocuparán los cargos importantes en la administración que él encabezará, ha dado lugar a que algunos colaboradores de ambos hayan procedido ya a trabajar juntos sobre ciertos temas de manera tal que la experiencia -buena o mala- de uno le resulte útil al otro.No se descarte incluso que alguna pieza clave en el Gobierno que se va encuentre un lugar en el que viene. Aprovechar a José Antonio Meade, por ejemplo, en lo que sí sabe hacer muy bien, en caso de que éste acepte, puede resultar extraordinariamente bueno para el país.Nadie diría, viendo superficialmente las cosas, que pronto habrá cambios importantes en el país. Sin embargo, la cordialidad y las buenas maneras que prevalecen, no sugieren que se vayan a archivar los principios fundamentales que enarboló López Obrador en todas sus campañas.Tal vez la realidad obligue a matizarlos, pero el camino que se tomará se antoja más seguro.Todo parece apuntar a lo que México necesita: es claro que este neoliberalismo que se abrazó antaño ya no da más de sí y, lo mismo en este país que en muchas partes del mundo, las circunstancias reclaman un viraje Social Demócrata, lo que quiere decir, en muy pocas palabras, una mayor preocupación por el equilibro social y los grupos más necesitados, sin perder de vista el juego democrático y el respeto a las opiniones diferentes, sobre todo, a las variadas maneras de ver las cosas en los múltiples de la Nación.Recuérdese que México es un país muy grande y complejo y que, con frecuencia no puede responder todo él a los mismos cartabones. (jm@pgc-sa.com)
