A diferencia de Marx y Engels, Mariano Otero creía que la clave del progreso social y la emancipación humana yace, no en una revolución política violenta, sino en la construcción de un robusto Estado de derecho, federalista y de libertades republicanas. En ello, el egresado de la Universidad de Guadalajara fue más avezado que los autores del Manifiesto del Partido Comunista, quienes veían al derecho como herramienta de opresión al servicio de la clase dominante.Por ello diseñó, junto con el político yucateco Manuel Crescencio García Rejón, el juicio de amparo, instrumento jurídico que protege los derechos del ciudadano ante posibles abusos y violaciones de los poderes públicos municipales, estatales y federales. Rejón y Otero contribuyeron así a la ampliación de las libertades de los mexicanos y, quizás, a la autolimitación de regímenes autoritarios como los de Porfirio Díaz y el PRI-Gobierno. (Recordemos que, pese a todo, nunca tuvimos una dictadura cuasifascista tan ominosa como las de otros regímenes latinoamericanos de los siglos XIX y XX; lo cual se debió, en buena medida, a la arquitectura liberal-republicana del Estado mexicano, obra de nuestra vigorosa corriente liberal decimonónica.)Fiel al ángel de la moderación y a las lecciones de los clásicos, Otero sabía que el derecho humaniza y las libertades se fundan en la separación de poderes. Durante su voto particular el 5 de abril en el Congreso Constituyente de 1847, dijo:“Un escritor profundo [Villemain] ha observado que la amplitud y respetabilidad del Poder Judicial era el más seguro signo de la libertad de un pueblo, y por esto yo no he vacilado en proponer al Congreso que eleve a grande altura el Poder Judicial de la Federación, dándole el derecho de proteger a todos los habitantes de la República en el goce de los derechos que les aseguren la Constitución y las leyes constitucionales, contra todos los atentados del Ejecutivo o del Legislativo, ya de los Estados o de la Unión. En Norte-América este poder salvador provino de la Constitución, y ha producido los mejores efectos. (…) [S]e necesita (…) sobre todo, elevar la condición y asegurar la independencia de un tribunal llamado a representar en el cuerpo político un papel tan importante como el del Supremo Poder Judicial”.No hace falta subrayar la vigencia de estas palabras.Las obras de Otero (antologadas en una edición crítica de Jesús Reyes Heroles, en Editorial Porrúa) aguardan una cuidadosa relectura. En un momento histórico internacional en que las garantías individuales, los controles constitucionales, el equilibrio de poderes, la independencia judicial y aún las libertades políticas se ven amenazadas, preservar el legado constitucionalista de Otero y los liberales del XIX es un imperativo no sólo jurídico sino moral.A las nuevas generaciones con aspiraciones modernas y republicanas nos corresponde expandir ese legado y renovar con imaginación nuestra marginal pero potente corriente liberal, con el propósito de vencer algún día a la hegemónica tradición autoritaria y transitar de un país de caudillos a una nación de instituciones. En ese proyecto filosófico, político y cultural, el pensamiento republicano, federalista, ilustrado, social, humanista, patriótico y constitucionalista de Mariano Otero, orgullo de la Universidad de Guadalajara y de Jalisco, será una invaluable fuente de inspiración.