Lunes, 29 de Abril 2024

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Magdalena Caraballo López

Por: Maya Navarro de Lemus

Magdalena Caraballo López

Magdalena Caraballo López

—El teatro no da para vivir... Pero sí da por qué vivir…

—Puedes vivir mil vidas sin pagar las consecuencias.

Son dos frases que me han acompañado por cuatro décadas en mi quehacer actoral.

He sido arqueóloga, hippie, amante, bruja, asesina, escritora, Medea y muchas mujeres más. He tenido el privilegio de convivir a través de ellas con las múltiples “yo” que fuera de las tablas no dejaría ser.

He mutado la piel en incontables ocasiones: Nieta mimada de abuelos titanes, nena modosa, tímida amiga y compañera de insectos, ranas, caballos, gatos y perros. Trepadora de árboles y barrancas, bailadora de Twist, surf, etcétera. Ciclista solitaria en busca de ocasos, soñadora empedernida, ignorante del pizarrón.

Dibujante cursi, promotora de artistas, auxiliar de embajada, compañera del Inge, madre de tres, abuela de cinco e intérprete de 100.

Parafraseando a Publio Terencio: “nada de lo humano me es ajeno”.

He gozado, sufrido, llorado, reído, amado, pecado, cantado, perdonado, en fin, toda gama de sentimientos y pasiones que nos regala la experiencia para evocar y actuar.

Soy directora de estufa, cuchillo y cuchara en mano interpreto los dulces, los salados, los ácidos, los amargos, los picantes y los sutiles. Siempre aderezados con todo amor.

Construyo cajas de escenas intimistas, con calaveras vivas de migajón.

Con Luis Medina mi cómplice, guitarra por medio, interpretamos cantos añosos, o de indiscutibles talentos que nos son amigos como Pancho Madrigal y Luis Manuel de la Paloma, arropados por una copa de Arandino licor.

Me encanta el bosque, el café, el chocolate, la cercanía, el apapacho, el detalle, las flores, las aves, el escenario, los amigos, la inteligencia y la buena educación.

Detesto el grito, el insulto, la orden grosera, la soberbia, la injusticia, el golpe, el acoso, el machismo, la explotación.

Soy inmune a las marcas, las modas, las joyas y gimnasios. También soy tecnófoba, no conduzco un automóvil, me fascinan las plumas, los lápices, el papel.

Soy creyente de Spinoza, Jesús sin iglesia, Buda, Chomsky, Zapata, Mujica, Malala, Budika, Hipatia y Teilhard de Chardin.

La vida, generosa conmigo en el dar y el quitar, me ha obsequiado la dicha de entrañables afectos que estando aquí o en el “no sé dónde” me acompañarán.

Por compañero tengo un duende inventor de diarios nombres, que llega cuando parte y parte apenas llega, inquieto y sonriente arandino que mejora con el tiempo como un buen reposado.

En mi andar he encontrado magos: Pagés, Tamayo, Cuevas, Soriano, Garibay, Domingo, Benedetti, Tamés, Maya, Hadad.

Paula, Rodrigo, Abril, Johan, Sophie, Giovanni, Sebastian y Alessandro son mis héroes favoritos.

Magdalena Caraballo es mi nombre, por adopción tapatía (nacida en CDMX en 1950) pertenezco a esta bella tierra desde la edad de tres años.

Tengo un pacto conmigo misma: no pido, pero tampoco acepto un trato que no merezca.
 

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