Domingo, 16 de Junio 2024

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Lo que el viento al SIAPA…

Por: Isaack de Loza

Lo que el viento al SIAPA…

Lo que el viento al SIAPA…

Aunque sería una contienda reñida, si en esta realidad existieran los premios a la opacidad, la mala gestión financiera, al servicio deficiente y a la irresponsabilidad, el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) se los llevaría todos.

Carlos Enrique Torres Lugo, el titular en turno del organismo operador, subiría a la tarima envuelto en un flamante traje zoot suit oscuro, pantalón holgado, tirantes, cadena y sombrero borsalino.

Tomaría sus bien ganadas estatuillas del Mugrita Awards y, con una sonrisa de oreja a oreja, antes de agradecer recordaría que precisamente derrotó a la Setran, al Poder Judicial y al Congreso de Jalisco por llevar al organismo operador a las sombras, así que, resignado pero feliz, volvería al lugar que le asignaron junto al benemérito Diego Monraz.

Parece chiste, pero es anécdota. Aunque en todos lados se cuecen habas, el SIAPA se impone con facilidad porque, curiosidades de la vida, nada más debe dar agua potable e ininterrumpida a casi cinco millones de habitantes.

A lo largo de esta semana, en UDGTV Canal 44 se ha dado seguimiento a la situación actual del organismo operador. Y basados en su documentación y en sus propios informes trimestrales, porque es más fácil recorrer los nueve círculos del Infierno al lado de Virgilio que obtener una entrevista con el rey indiscutible de los Mugrita Awards… o con cualquier encorbatado de esa dependencia.

Rascarle un poco al estatus del SIAPA en 2024 es desesperanzador. Por ejemplo, hoy extrae dos millones de metros cúbicos (dos mil millones de litros) menos que el año pasado. Y aunque todos los habitantes de esta ciudad hemos resentido que hay desabasto de agua, las autoridades se mantienen firmes: aquí, en la segunda ciudad más importante del país, está garantizada para los próximos 50 años.

Vivir en la burbuja implica abstraerse de realidades como no poder bañarse, lavar la ropa, los platos o hasta ir al baño porque no sale una sola gota de la llave.

Y entonces llegan las pipas. Esas que brotan cada estiaje con la impunidad de un desarrollo inmobiliario. El conductor te cobra hasta mil 800 pesos para que llenes los aljibes o tinacos que alcancen y cada litro al final te cuesta como si viniera embotellado y saliera del Oxxo.

Todo, mientras los altos mandos del SIAPA bailan Payaso de Rodeo en oficinas aclimatadas a 18 grados y con su agüita en bote, por si se fatigan.

Los jefes del agua hoy pueden vivir con la conciencia tranquila mientras dejan sin servicio a 250 colonias por más de seis días debido a que no le dieron su manita de gato al Acueducto Chapala-Guadalajara este año.

Qué importa lo que piensen los ciudadanos al respecto. ¿Qué no saben que Dios da el agua, pero no la entuba? Y los tubos ahí están.

Porque, además, para llevar ininterrumpidamente agua a los tapatíos faltan tres mil litros por segundo adicionales. Y todo Jalisco es testigo que a Diego Monraz eso no le toca.

Nadie que lea este texto se va a preguntar por qué las críticas en torno al desabasto de agua potable son tantas. Se supone que el ganador de los Mugrita Awards debe otorgar permisos si y sólo si las constructoras le echan ganas a la infraestructura sanitaria e hidráulica.

Y ahí están las inundaciones y los tandeos como prueba de que tienen bien ganada su presea a la irresponsabilidad. Técnicamente es imposible dar 280 litros diarios a cada habitante, cifra que, por cierto, es la que dice en los criterios básicos del SIAPA para dar un permiso.

Y si hablamos de la calidad del agua que recibe la mayoría de los habitantes de la ciudad de los días históricos, lo último que tiene es ser cristalina.

En fin. Podemos seguir con los acuerdos de restructuración de deuda en lo oscurito, de los permisos de construcción otorgados por presiones, de cómo la gente que sí se la rompe en el SIAPA no ha recibido un aumento salarial en años, pero los que llegaron con esta administración se ensanchan y florecen como jacaranda en primavera.

Pero ni la mala percepción ciudadana ni las quejas ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, ni la tantita madre, tocarán las puertas de un organismo operador donde la única factura que se cobra es la de los que llevan corbata.

O lo que es lo mismo: lo que unos poquitos digan, le hace lo que el viento al SIAPA. 

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