Viernes, 19 de Abril 2024

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Licencia para delinquir

Por: Armando González Escoto

Licencia para delinquir

Licencia para delinquir

Entre las muchas posibilidades que ofrece la legislación mexicana a sus ciudadanos está la de poder obtener licencia para delinquir. Dicho así parece un despropósito ¿Cómo que la ley autoriza a no cumplir con la ley?

El asunto es enredado, como suele serlo en los marcos legislativos vigentes. En lo referente al tema electoral es claro que siendo los legisladores los primeros beneficiarios de las leyes que al respecto hacen, estas acaben incluso permitiendo lo ilegal.

La cuestión es que desde hace ya varios años se puso de moda el que los funcionarios públicos elegidos directa o indirectamente para el cumplimiento de un determinado puesto y para un periodo muy específico y concreto, lo abandonen antes del tiempo señalado bajo el subterfugio de solicitar “licencia”, es decir, licencia para no cumplir con lo pactado.

Como es de esperarse esta infracción al contrato no tiene consecuencias legales para el infractor, porque ya obtuvo “licencia”, es decir, con la licencia va incluido el indulto de cualquier tipo de penalidad por faltar a su compromiso. Ante cualquier crítica a esta anormal situación, dirán los analistas querendones, “es que pobrecito, si no pide licencia para buscar otro puesto, ¿Qué va a hacer durante el siguiente periodo? Como si eso fuera problema de la ciudadanía y no el riesgo asumido junto con el puesto logrado. ¿Qué qué va a hacer? Pues podría ponerse a trabajar con esfuerzo y honestidad en algo que dignifique sus ganancias, o irse de vacaciones a gastarse lo que ya ganó, o en última instancia, lo que le dé la gana, pero no seguir arruinando la administración pública a causa de sus ambiciones personales.

Este fenómeno que afecta a todos los niveles de gobierno de los tres poderes, se refleja particularmente en los municipios dada su duración de tres años, en que se usa el primero para darse cuenta donde están, el segundo para iniciar proyectos y el tercero para abandonarlos en manos de un suplente que para el año que le queda no se va a medio matar para hacer otra cosa que dejar pasar el tiempo, con el consecuente desorden general de la administración municipal, donde todo queda en manos de suplentes y de suplentes de suplentes.

Todo funcionario que por aspirar a otro puesto abandona el que recibió debe verse ya por principio, como un mal funcionario, como un político sólo interesado en su propio provecho, como un infractor de la confianza y de la responsabilidad, alguien que no merece el voto.

En el trasfondo el político trapecista o se cree el mejor posible, alguien a quien no debe perderse la ciudadanía, o es una persona que ya aprendió a vivir del presupuesto, y como en ese espacio abunda la gente con ese perfil, es comprensible el que quienes hacen las leyes hayan establecido y sostengan la legitimidad de la “licencia” para dejar a medias un compromiso, con el “noble” afán de seguir sirviendo a la comunidad en otro, que muy probablemente volverán a dejar, pese a sus discursos de campaña, cuando se les presente un trapecio más apetitoso.

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